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miércoles, 27 de junio de 2018

Narración del viaje al Parque Nacional Los Alerces 2º parte



        La cena fue como siempre, amena, rica y salpicada de risas, comentarios, preparativos y mucha felicidad. El anfitrión no paraba de agradecer que hubiéramos aceptado su modesto convite para pasar la noche. Era sin dudad para él, motivo de satisfacción. A los postres, donde dimos cuenta de un rico chocolate, degustamos un poco de whisky y café. Momento oportuno para plantear horarios y todo lo relacionado con el viaje que debía de continuar y que tenía como punto de inicio horario,  las 07:00 hs. Pronto, el reloj dio las 01:30 hs y con los trastos lavados y acomodados, por Carlos y Roberto; dispusimos que fuera buen momento para dedicar unas horas al sueño. Pero antes, dijo Gustavo aclarando el garguero, el regalo sorpresa que les preparé. Y dicho esto, minutos después, se apersonó con hermosa lechuzas tejidas primorosamente por una amiga de su esposa, que quiso regalarnos a todos. Uds. decidieron que sea una lechuza, bueno, esta es Konkong así se llama en Mapuche. Y desde hoy es para exhibirla donde vayamos. Que hermoso recuerdo, que lindo regalo y que original.
        Puse el despertador de mi celular a las 05:45 hs. Quería afeitarme antes de salir y necesitaba además unos minutos para acomodar nuevamente los petates que viajaban en el bolso. Así que previendo el nuevo baño de mi amigo Roberto; al activarse la alarma salté de la cama y me dispuse a iniciar el día. A tientas crucé la cocina y el comedor y encendí la luz más alejada que encontré, como para no molestar a mis amigos durante esos minutos. Luego y tratando de ser lo bastante silencioso que ameritaba la ocasión; abrí la puerta y me paré con el pecho henchido, para absorber una profunda bocanada de aire puro, matinal y fresco. En medio de la espaciosa galería que tenía el inmueble en su entrada. Aún estaba obscuro, pero al frente y muy lejos, una circunferencia blanquecina que salía detrás de las bardas cercanas, presagiaba que ese día sería soleado, cálido y muy lindo. Esa imagen me hizo recordar la primera hoja de los cuadernos que tantas veces había utilizado en mi escuela primaria, los Alborada. Donde un niño de delantal con sus brazos extendidos daba la bienvenida al sol que emitiendo rectos rayos lo iluminaba todo a su paso. Muy cerca, quizá a poco más de un centenar de metros, la claridad matinal ya dejaba ver el contorno multiforme del Lago Barreales, ese que durante la noche fuimos informados que estaba allí, pero no pudimos ver por la lluvia. Una bandada de bandurrias chismoseaba por la zona y un perro vecino, de había despertado al ver luz en la casa que casi siempre está sola en el barrio.
        Volví dentro de la casa y emprendí las tareas que tenía ya establecidas realizar. Terminaba yo de afeitarme y aparecieron tras de mi Beto, Carlos y Gustavo pero llamativamente, Roberto no daba señales de vida. Cada uno a su momento hizo suyo el momento de higiene y luego nos preparamos un rico desayuno a la vez que calentábamos agua para los termos. Llevábamos ya unos minutos en esa labor, cuando apareció Roberto con su toallón al cuello, sin lentes y totalmente despeinado como su hubiera acabado una batalla atroz con un felino. ¡Perdón! Dijo serio y taciturno, ¿los señores acabaron de dar vueltas en el baño? Digo, porque quiero bañarme y como Uds. son medio, medio a la hora de hacer sus cosas, no quería incomodar.
        Vaya nomas señor, dijo Gustavo. Yo de mientras le caliento agua para el desayuno, y a la vez que Roberto entraba al baño, él apretaba la tecla de encendido de la Kunkun, como le llaman en Israel a la pava eléctrica. Tal lo dicho y aunque resulte increíble, cuando el agua estaba pronta y se apagaba el eléctrico esperpento, apareció Roberto con su slip amarillo, que según dijo era la cábala de los viajes. ¿Ya está el desayuno? Habían pasado poco menos de dos minutos, pero Don Limpión es así de rápido para esos menesteres.
        Al momento de regresar nuestro amigo desde la pieza, venía con toda la indumentaria protocolar puesta. Eso no era lo que habíamos pactado, pero el entendió que si nos encontraríamos con algunos amigos en el viaje, bueno sería ya ir “linditos” como para impresionar. Así que mudamos la ropa y cuando cargamos todo en las unidades, ya éramos los famosos “Arrancados Verdes”, que es como Roberto nos designa cada vez que estamos todos de verde musgo.
        Cerramos la casa, verificamos líquidos, gomas, limpiamos parabrisas y partimos del barrio para hacer frente al largo viaje que nos esperaba ese día. Añelo, Esquel; nada más, nada menos. Salimos despacio en el camino de ripio y cuando alcanzamos la zona alta, se impuso una foto con ese exuberante paisaje de fondo. El sol, las bardas, el lago, los álamos, las casas y los destellos brillosos que encandilaban aun estando lejos. Paramos las camionetas, nos bajamos y cada uno se tomó un tiempo para las fotos. Nada presagiaba lo que vendría poco más tarde en la misma mañana.
        Fuimos subiendo a la ruta y dimos marcha sin importar la ubicación en la caravana. Total, era un único camino y todos íbamos para el mismo lugar. Cutral Co. Allí cargaríamos combustible y poco después nos juntaríamos con Antonio y su familia para continuar el viaje, desde Piedra del Águila. Faltando poco para arribar a la ciudad, Gustavo tomó el comando de la marcha y nos llevó rápido a la estación de servicios. El trámite duró solo un par de minutos ya que aun desperezándose y siendo domingo, la ciudad no tenía casi tránsito a no ser los jóvenes que con algunas copas de más, volvían de su divertimento sabatino. Cuando salimos, y con su olfato inigualable, Roberto sentenció por radio que había una panadería que parecía buena y pararía a comprar facturas para el mate. Uds. sigan nomás que los alcanzo, cosa que hizo solo un par de minutos después porque tampoco allí había gente.
        Cuando alcanzamos la ruta abierta, me decidí por la delantera con la certeza de que mi marcha siempre es mucho más regular que la de mis amigos, por lo tanto puedo sostener la velocidad y fagocitar kilómetros sin perder tiempo, pero a la vez si asumir velocidades impetuosas y peligrosas. Nosotros, ya lo dije; rara vez viajamos a más de 90 ks./h ya que eso nos permite más seguridad, menos costo y viajar sin tener miedo a infringir límites de velocidad. El sol, como en el día anterior ya calentaba y le dimos gracias a Dios que 360º a la redonda no había sobre nosotros ninguna nube que opacara la vista única que teníamos delante de nosotros. Cerros, bardas, estepa y allá a lo lejos un rosario de lagos y ríos que los unían. Un mar celeste y esmeralda que formaba parte del extenso sistema de manejos de las aguas del Neuquén. Allá a lo lejos en el horizonte, si miran ya se alcanza a ver todo el embalse de El Chocón, nos alertó Gustavo por radio. Que hermoso que es todo esto, que belleza, cuanto hay en nuestro país para ver y disfrutar, soltó también en su momento Carlos.
        El camino era ondulante, con extensa visión y muchas curvas. En un momento estábamos muy altos en otro, casi a nivel de las aguas. Por un segundo con el sol a la derecha al rato a la izquierda o detrás nuestro. La cosa era que avanzábamos muy ágiles y prestos a comer los casi 1.200 km. que nos quedaban aun por delante.
        En lo alto de una barda, con el camino casi horizontal y al salir de una pronunciada curva a la izquierda, a Beto y a mí nos conmocionó un ensordecedor ruido que provenía del motor de la Kangoo. Nos miramos atónitos como preguntando ¿qué pasaba?  Miré con profundidad y atención el tablero y no había nada allí que alertara sobre una anomalía que se pudiera identificar con los sensores. Solo sesenta metros después me tiré a la banquina mientras encendía las balizas y por radio daba cuenta de lo que pasaba.
        A todas luces, el ruido para mí, era consecuencia de un inyector tapado. Sonaba como TRRRRRrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, y eso ya lo había escuchado yo en mi anterior Duna. Abrí el capo y me bajé con el ceño fruncido como queriendo encontrar respuestas. Segundos después mis amigos estaban al lado mío haciendo conjeturas y verificando que nada raro se veía en el sector del motor. Me había jugado a que un caño de inyección se había cortado y por ende habría gas oíl en todo ese espacio, eso sería a no dudarlo, la causa de que algo ande mal. No fue así. Todo estaba en orden, tampoco había aumento de temperatura u otros daños que se pudiera ver desde fuera. ¡Qué raro! Dijimos casi al unísono todos allí parados. Me volví a subir y el tablero aún seguía sin marcar nada, pegué una acelerada y me pareció que el ruido bajaba de intensidad por lo que decidí largarme en la bajada que teníamos delante, en marcha neutra para ver qué pasaba.
        Te seguimos dijo Carlos y pronto estuvieron detrás de mí. En total debo haber hecho unos 8 km. aprovechando la inercia que me daba la pendiente y la posibilidad de utilizar toda la ruta para mí, ya que no había tráfico en esos momentos. Seguíamos con el ruido más bajo, y andando todo bien, hasta que al llegar a una empinada curva, el envión no dio para que alcanzara a subirla. Puse 5º, luego 4º y por último 3º, pero ya el motor no tiraba, no tenía fuerza por más que respondía a las aceleradas y seguía en marcha. En total, tuve que hacer unos 180 metros, hasta que puede arribar a lo alto de la loma, no quería dejar la camioneta en la trepada, porque si había que remolcarla el salir de ese lugar sería harto difícil.
        En los pocos segundos que pasaron desde que puse la marcha hasta que pude detenerme, pasó de todo. Se encendieron todas las luces del tablero, parpadearon, se disparó la temperatura desde los 30º que venía hasta casi los 100º que tiene como máximo antes del peligro total. Una gruesa bocanada de vapor salió del motor y me dejó por un segundo ciego, pensé en una manguera reventada. Me volví a tirar al costado del camino y cuando abrimos la tapa, el depósito de agua era un pozo surgente, más que eso un verdadero geiser. Se olía en el aire el típico y acre aviso de que todo vuela de temperatura. Había, de seguro, quemado la junta de tapa de cilindro. Estábamos al horno. Intenté completar el agua y dejar el motor en marcha, como para hacer que el sistema bajara más rápido la temperatura. Fue imposible ya el ruido había vuelto a su valor más alto y el depósito estaba seco y seguí largando vapor. Las complicaciones eran más que una junta soplada. Algo grave pasaba y no sería fácil resolverlo.
        Carlos colocó su camioneta delante y se bajó con una eslinga para remolque. Deja todo como está y la llevamos hasta el pueblo a ver que nos dicen, en medio de la ruta, mucho no podemos hacer. ¿Qué hay adelante?, le preguntó a Gustavo, quién aun sin salir del asombro informó que estaba Picún Leufú.  Si no le erro, estarían faltando unos 19 km.         El trámite fue breve y eficaz, y solo unos cinco minutos después, ya estábamos en marcha hacia una posible solución. Veríamos que pasaba cuando llegásemos allí.
        Picún Leufú es un pequeño pueblo a la vera de la Ruta Nacional 237, muy cerca de El Chocón y casi en el medio de la distancia que separa Neuquén y Piedra del Águila, unos 120 km. más o menos para cada lado. No hay muchas cosas ahí, pero yo lo tenía bien conocido ya que era mi parada habitual con los ómnibus, en el viaje de ida o vuelta de Bariloche. Existe allí un muy buen parador con amplios servicios que atiende muy bien y deja conforme a choferes y pasaje. Su nombre “Gracias a Dios”. Frente a él y unos metros hacia el este, una vetusta estación YPF, completa la atención a los viajantes. Ahí paramos con Carlos y Roberto preguntó al playero por un mecánico. Mmmmnnnn. ¿Hoy domingo? Y a esta hora, el único que puede llegar a atenderlo es el Polaco. Otra no hay. ¿Ve esa casa roja allá como a trescientos metros? Ese es el Cuartel de Bomberos Voluntarios de Picún. Justo detrás de el, está el taller. El viejo es además de los bomberos, vaya y pregunte a ver qué le dice. No se pueden perder, tiene la sirena en la puerta misma del taller. Y como era obvio, allá fuimos.
        Mientras guiaba la Kan detrás de Carlos, fui buscando mis documentos y me agencié de mis credenciales de Bombero Voluntario. Supuse claro, que siendo del palo el amigo Polaco, no dejaría de atenderme. Paramos en la misma puerta del ruinoso taller y además de golpear las manos, tocamos y casi silencioso timbre, cuyo botón asomaba tímido entre un portón bastante desvencijado. Al rato y arrastrando sus pies, apareció el susodicho Polaco.
        Le di los buenos días y con cara de bombero le extendí la mano derecha a la vez que le exhibía mis credenciales. El anciano personaje no dudó un instante y farfulló; otro más, si parecen una plaga!!! Y a continuación agregó. ¡No me diga que viene un domingo a las ocho de la mañana a hablar de los bomberos! ¿Qué diablos le pasó a la Kangoo?
        La respuesta repleta de perspicacia y mucho humor nos dejó a todos mirándonos. El viejo Polaco, ya había entendido por las caras que había un problema y no era bomberil. Así que poco podía yo agregar al tema y me largué con el relato, el cual fue escuchado con atención y respeto por el mecánico; que ya a esa hora lucía pese a ser un domingo, su overol azul decorado con grasa y aceite de vaya a saber uno que  otros enfermos.
        Aja!!! Fue la respuesta del tal Don Andrés. Venga, pase y vea. Y tras lo dicho, salió caminando deshaciendo sus pasos rumbo al interior del chaperío que funcionaba como taller. Y allá fuimos todos los amigos, compungidos, curiosos y expectantes. ¿Ve este motor? Si, fue la bucólica respuesta, bueno, es de este auto un R19. Y este motor es igual al suyo y como si fuera poco, también le paso lo mismo que a Ud. Sopló la junta de tapa de cilindros.
        ¿Está seguro viejito? Preguntó incrédulo el amigo Roberto que no podía dar crédito a un vaticinio tan seguro sin haber aún oído el motor de la camioneta.
        Tan seguro como que el gordito es bombero, y todos uds. radioaficionados. Vamos para la puerta, dijo y tras ello arrancó otra vez hacia el frente rodeado de una jauría de siete perros de todas las razas, colores y olores que se imaginen.
        Se paró delante de la chata y sentenció, a ver abra el capó. Ponga en marcha el motor. Ya vemos si mi presunción es o no acertada.
        Puse en marcha la Kan y otra vez se oía el cascabeleo tan fuerte como en la ruta y de inmediato empezó a soplar agua por el recipiente. Lo dicho mi amigo, sopló la junta de tapa. No hay que hacerle, así no puede seguir.
        ¿Ud. la puede arreglar? Pregunté a la vez que me sentía un mamarracho ya por torpe, ya por imprudente. Dígame algo ¿Ud. para que vino a joder el domingo a las ocho de la matina? ¿Para saludarme o para que le dé solución? Para ambas, agregue tratando de ser amable, siempre es bueno saludar a los hermanos de lucha. Ahhh si, si, si claro. Ya me parecía.
        Bueno mire amigo, la cosa es así. Ud. deja a la nena aquí y sigue haciendo lo que vino a hacer a la Patagonia. Yo arreglo el R 19 cuyo dueño está durmiendo en una carpa con la mujer, sus hijos y el perro en la YPF, pero se tienen que volver si o si, ya no tienen plata. Cuando termino con el rojito, arranco son la suya. Y cuando la termino se la llevo hasta Los Alerces así me doy una vuelta. ¿Le parece?
        Mire, a mi conque la arregle es suficiente, no me hace falta que la lleve a ningún lado. Nosotros volvemos por aquí el otro lunes, en ese momento, paso y la retiro. Cargamos las cosas y seguimos viaje. Me parece muy bien gordito. Piense un rato vea si todo le conviene y luego me avisa, yo me voy a terminar el café.
        El cónclave con mis amigos duró poco tiempo. No había muchas alternativas para elegir. O le dejaba la nena al Polaco, o la llevaba a Neuquén al taller de un amigo de Gustavo LU7YG que ya había sido alertado por éste. Hicimos número, intercambiamos miradas, opiniones y sentimientos. ¿Qué más se podía perder? El viejo se había molestado en hacer todo su análisis, me había presentado la solución según su mirada y como si hubiera sido poco, también detalles que yo no había considerado aún. Realmente muchas salidas no quedaban.
        Si pedía una grúa, al menos demoraría unas seis horas hasta que llegara. Estaba casi al borde de la distancia máxima de acarreo por lo que cabía la posibilidad de que al momento de desenganchar la chata en Neuquén; me saliera conque debía un par de miles de pesos. Tenía que volver a molestar a otra persona un día domingo. Alejandra, la esposa de Gustavo debería suspender una salida con amigas para esperar que yo llegara y me pudiera presentar con su amigo y, abrirme las puertas de su casa. Luego y vaya a saber uno a qué hora, debería buscar un ómnibus que me llevaras hasta Esquel, donde mis amigos deberían ir a buscarme no sé cuándo. Analicé con mi corazón las alternativas y me sinceré con Roberto y Beto; mis amanuenses si los hay. La decisión fue tomada. Dejaría a la nena aquí en manos del Polaco y que Dios se apiade de mí.
        Tomé un par de mates, mastiqué un rico pan con chicharrones que el Roberto había comprado a un vendedor que pasó y junto a mis amigos, me fui a hablar con Don Andrés. Mire paisano, ya tomé una resolución. Le dejo a la BB y espero que me la arregle para la vuelta el otro lunes. Aquí le entrego $ 4.000.- para que tenga como para los primeros gastos y luego arreglamos el resto. ¿Le parece? ¿Si a Ud. le parece bien, para mi está bien?
        Vea gordito, a mí me parece bárbaro pero no se quede sin plata, respondió Don Andrés, vaya disfrute y luego arreglamos. Cuando vuelva hablamos. Yo me quedo más tranquilo si me acepta el dinero amigo, le die de corazón y terminó aceptando la moneda. Lo que si le pido y si no es mucha molestia; es que me permita pasar al baño porque me estoy haciendo pis. Claro, está en su casa al fondo, a la derecha, como es habitual. Y allá me fui con mis amarguras elucubrando el futuro que esperaba a la vuelta de la esquina. Cuando volví, hicieron la misma visita mis amigos que ya para entonces habían entablado amistad con el pintoresco mecánico.
        Cuando volvimos al frente acompañados por los perros y el Polaco, había movimiento en los restantes móviles. Gustavo conociendo mi decisión, había cancelado la reunión con su mecánico, y dado vía libre a Alejandra para que hiciera su vida. Además, en un gesto de rapidez mental, llamó por Te. a Antonio que estaba ya esperando hace rato en Piedra del Águila con su familia para que el, se volviese unos kilómetros a cargar las cosas que transportaba la Kangoo. Cuando me vio, arrastrando los pies en el ripio, solo dijo. Calma Hetitor!!! Ya solucionamos todo, arriba el ánimo.
        Carlos, aprovecho entonces para pedirle al bueno del Polaco que se molestara en revisar su diferencial, porque había sentido un zumbido raro al remolcarme y no quería tener sorpresas luego. Don Andrés se tiró debajo de la Toyota y a los treinta segundos vaticinó. Le ajustaron la tuerca de la salida de caja, pero le falta un par de arandelas. Dicho esto se paró y otra vez rengueando, enfilo para el taller. Al rato volvió con una tuerca nueva y varias arandelas de suplementación las cuales coloco en un santiamén y dejó conforme a mi amigo. ¿Cuánto le debo paisano? Preguntó Carlos. Nada. Se lo cobro al gordito cuando pague lo de él. Dijo Don Andrés y se excusó para seguir tomando su café.
        Antonio demoró menos de una hora para llegar hasta nos, así que en ese tiempo dispusimos de mucho de la carga en la camioneta de Carlos y en la de Gustavo. Dejando fuera lo más pesado o voluminoso para que se cargara en la unidad de Antonio. Descartamos además, algunas cosas a las que estimamos duplicadas o innecesarias habida cuenta el momento que vivíamos y entre todos, empujamos dentro del taller la Kangoo, que quedó custodiada por la jauría mecánica.
        Eran para ese entonces las 12:02 minutos del domingo 05/11/2017 y hacía poco más de doce días que tenía la camioneta en mi poder y ya me había dejado de a pie. Con todo eso a cuesta y sabiendo que se imponía, invité a mis amigos a que comiésemos el almuerzo allí y luego arrancáramos la etapa final del viaje. No, nada de eso, dijeron, vamos a ponernos en marcha y luego veremos qué pasa ya tenemos un atraso de tres horas y nos faltan más de mil kilómetros aún por recorrer.
        Así que preparando el mate, junto a Gustavo que accedió a llevarme en su Meriva, arrancó la caravana tripartita hacia el parque. Yo iba en los primeros minutos haciendo un balance de lo acontecido y realmente mi alma estaba henchida de gozo y paz. Mis amigos me habían respondido como era de esperar y eso me había dejado más que contento. Estaba rodeado de buena gente.
        El primero fue Carlos, quién una vez que habíamos parado frente al taller, metió la mano en su cartera y vino con un gran faco de billetes los cuales me ofreció para que haga frente a la rotura. O es mucho, pero ayudará. Le siguió Roberto, quién con su carisma de siempre esperó que estuviera solo y ofreció lo mismo, al menos es un poquito de ayuda viejito. Acéptalo. A continuación Beto me recordó lo que me había dicho aún en el camino, en la ruta. Si necesitas, solo buscamos un banco y  listo. Por último Gustavo, que excusándose porque no era mucho, también metió su mano en el bolsillo y extrajo billetes para ayuda a paliar el momento.
        Pero si algo me había conmovido, fue el gesto de Gina y su esposo Antonio. Cuando todo estaba listo, cargado y dispuesta la partida, oí a lo lejos que ella en un gesto poco común le gritaba a la distancia. Papá!!, ¡Antonio!, acordate eso que hablamos recién. Es el momento. Ahhh, claro amor, se me pasó. Hectorrrrr!!! Dijo al momento mi amigo barbudo, ven un minuto por favor.
        Curioso pero imaginando algo, me acerqué a la hermosa pareja y les interrogué que pasaba. Ambos me abrazaron y en un susurro amoroso, cual padres preocupados e hicieron los propio ofreciendo también divisa para hacer frente al mal trance. Que felicidad, que tranquilidad tenía yo en ese momento. ¿Qué menos podía esperar de mis amigos?
        Apronté el mate, mojé la yerba y mientras esperaba me largué a llorar desconsolado pero tratando de esconder las lágrimas de mi amigo Gustavo, quién en un gesto de hombría y hermandad; solo calló por un rato y minutos después despeinándome los pocos pelos que llevo conmigo, me dijo Hetitorrrrrrrrrrrrr!!! Ya vamos a arreglar todo, quédate tranqui. Ahora vamos a escuchar buena música. ¿Te gusta Hugo Gimenez Agüero? Siiiiii obvio, como que no, lo mejor de la Patagonia.
        Así entonces, arrancamos esas aún por delante doce horas que quedaban de marcha. Parque Los Alerces, allá vamos. Con problemas pero vamos que joder!!!
        La charla fue amena y variopinta, había cientos de cosas por hablar, por expresar y no nos íbamos a perder la oportunidad de hacerlo, total, como dije, faltaban muchas horas por viajar.
        Hablamos del grupo, de su historia, de los personajes que han pasado por él, de cómo se manejan las cosas dentro de la institución. Hablamos de las sanciones aplicadas recientemente, de las causas, de todos los que han dejado de pertenecer al grupo, de sus berrinches, de los caprichos y de otras yerbas. La tarde si bien algo de tormenta presentaba, se mantenía firme dándole lugar al sol. Pero, eso duró solo un par de horas, ya que poco después de pasar Piedra del Águila, la llovizna nos alertó de que deberíamos prestar mucha atención en la ruta. Esa llovizna, poco después, dio lugar a un breve pero sustancioso aguacero que casi, impedía seguir conduciendo. Más tarde, cuando el sol le sostenía la compulsa a Los Andes, perdiendo detrás de ellos, su brillo y majestad; los bosques cercanos a la Confluencia del Río Limay, daban un marco único donde detenerse y reaprovisionar combustible, anque, también darse un tiempito para pasar por los sanitarios.
        Siempre este lugar me causó extrañeza y alegría, sus curvas, su río, la única estación de servicios disponible en kilómetros, fue para mí, como una alerta, como un faro que dejaba saber la proximidad de una hermosura inconmensurable que se abriría ahí nomás, un poco más adelante. Volvía a parar, a detenerme en ese lugar por enésima vez. Y el río, prepotente, solitario y feroz allá abajo, seguía en forma estrepitosa su largo camino hacia el valle. Allá lo esperaban varios diques, hermosas obras realizadas cuando Argentina era un país en serio y se pensaba y trabajaba a futuro, con visión y honestidad. Todos ellos fortalecidos desde los cimientos para contener esas ansias de seguir al mar, esa fuerza inconmensurable de la naturaleza que solo días antes de ser agua transparente y fresca, era solo nieve o mucho peor; hielo de las altas cumbres de América.
        La parada fue breve, solo lo necesario para reaprovisionar y dar rienda suelta a los esfínteres, había que seguir, allá en Bariloche teníamos a un amigo esperando por nosotros. No podíamos desperdiciar el tiempo en vaguedades.
        De todos modos, deberíamos hacer una parada obligada, antes de arribar a Bariloche; en la famosa Balsa sobre el río Limay. Las fotos eran una necesidad y el momento un verdadero motivo de relax y puesta a tierra de los dramas que ya cargábamos.
        LU5VV Jorge Krienke, tal el susodicho, nos había contactado hacía un par de meses cuando el grupo estaba en pleno alboroto por todo lo que teníamos trabajando. En realidad la primera vez que hablamos con él, no fue lo que se dice una charla cordial y mucho menos amena. Él radioaficionado con vasta experiencia y cargando la responsabilidad de sostener una empresa también grande; tenía muchos cascotazos recibidos por los buenos para nada de siempre. Jorge hacía años que batallaba con la organización y sostén de LUFF, una entidad que controlaba y abalaba la activación radial de parques en todo el territorio nacional, pero a la cual pocos tenían en cuenta y menos aún respeto.
        El paisano no tuvo mejor idea que cuestionar primero y luego hacerse el víctima, manifestando que nosotros queríamos pasar por sobre él y echar por tierra todo lo que durante tantos años había hecho. Cosa muy alejada de la realidad que nos molestó sobremanera. Pero no habríamos de quedarnos callados, así que en un par de días, dimos respuesta a su interrogante.
        Ni nosotros en particular ni el grupo en general, tenía acaso intención alguna de sacarle anda, de quitarle la potestad, ni de interferir en el funcionamiento de LUFF. Lo único que pretendíamos es que quien estuviere frente a esa organización supiera y colabora con todo lo que estaba programando y pergeñando ECO RADIO. Costo un poco, pero al final logramos que se quede tranquilo y entendiese que lo nuestro era ayuda, nada más que eso, no queríamos hacernos dueños de nada.
        Luego de toda la aclaración y de hacer un largo y pormenorizado detalle de todo lo que se habría de hacer, pudimos entonces; contar con la ayuda del amigo y de LUFF. Nada del otro mundo, solo lo necesario que al final; sería lo que más necesitábamos. Después de todo este proceso, siguió una serie de reuniones que permitieron sumar confianza y aclarar puntos de vista, como acciones que nosotros pretendíamos tomar a futuro en relación con el evento de marras.
        Con todo esto a cuesta, era poco probable que el bueno de Jorge nos abriera su corazón y casa de primera, pero pese a todo el inefable Roberto LU7HBL, hizo el intento y así se lo hizo saber. Viejito!!! Nosotros vamos a pasar por Bariloche el domingo cinco de noviembre a eso del mediodía. Nosotros pagamos lo que corresponda, ¿vos te haces el asado para que no gastemos más de la cuenta comiendo allí? Heeeeeehhhh haaaaaahhhhhhh, no, no yo no sé hacer nada, a lo sumo una salsa muy mala, como para unos fideos nada más. Si pongo a calentar agua, se me quema ¿viste? Bueno, entonces vos hace la salsa, nosotros llevamos los ravioles. Haaaahhhh Ahhhh, bueno, bueno, veré si en ese momento estoy por aquí y arreglamos cuando vengan. Demás está decir que nunca pensamos acaso que comeríamos en Bariloche jajaja. Pero, como al menos nos había prometido una bandera de LUFF para que luciéramos en la expedición, deberíamos si o si encontrarnos con él unos minutos. Y así lo hicimos.
        Llegamos a San Carlos de Bariloche a eso de las 17:15 minutos, unas seis horas más tarde de lo previsto originalmente, pero claro, con todo lo que pasamos, era de todos modos un tiempo bastante bueno el hecho. Nos juntamos con Jorge y otro amigo en una estación de servicio a la entrada del pueblo, y entonces; se rompió ese temor que él nos tenía aun solapadamente.
        Mi propuesta era una sola. Además de escuchar lo que él quisiera decirnos, tendríamos que dar cuenta de algo para comer, porque ya estábamos en las postrimerías de la tarde y aún no teníamos en el estómago nada sólido. No habíamos almorzado por todo lo que ya conté, así que mi glucosa estaba por las nubes. Husmee la carta y me decidí por un café con leche y un gran tostado. Mis compañeros hicieron la misma elección así que en minutos llegó la camarera con una bandeja repleta de sándwiches y humeantes tazas blancas. Atrás nuestro, Gina y Rocío hicieron lo propio con unos alfajores.
        A los postres como diríamos, llegó el momento de la entrega de la bandera y los deseos de buena activación. Y ahí nos desquitamos del amigo, ya que como quién no quiere la cosa le pusimos más que contento y asombrado cuando le entregamos de
nuestra parque una serie de obsequios que llevábamos preparados para ese momento. Salieron a relucir entonces, porta llaves, pines, escuditos y otras yerbas, que se recibieron con emoción y mucho respeto. Habíamos causado la impresión que queríamos, así que podíamos estar conformes y muy contentos.
        La despedida fue una mezcla de curiosidad, investigación y asombro. Jorge y su amigo no daban crédito de la cantidad de cosas que nosotros teníamos en las unidades y de todo lo que cargábamos para la expedición. Su única expresión fue: “Uds. sí que se toman las cosas en serio no! Y si, viste??? Nosotros hacemos las cosas bien o no las encaramos, para payasadas y errores hay varias decenas de aprendices haciendo cosas. Nos despedimos con abrazos y gestos de amistad y volvimos al camino con más bríos y la panza llena de momento. Aún nos restaban unos doscientos y algo de kilómetros, por lo que tendríamos que apurar el tranco.
        Como en todo el camino, el grupo estaba comunicado vía radio por la banda de VHF, sintonizando los equipos en la frecuencia internacional de encuentro 146.520 khz. Que es lo que en la jerga se define como el QAP de todos los orejas peludas. Frecuencia en la que miles de radioaficionados estacionan sus equipos, hacen escucha, elucubran, se entera de lo que otros hacen pero, que pocos usan debidamente. Hay ocasiones en las que uno se desgañota llamando en esa frecuencia y nadie responde, por más que se sepa que miles o al menos decenas escuchan. Eso del no te metas. Típico argentino.
        Roberto LU7HBL, que nunca puede domesticar su genio impaciente y locuaz no tuvo mejor idea que increparme a mí por radio para que al menos amenizara la tardecita con una detallada explicación de todo lo que veíamos; es decir una guiada turística y gratis claro. Así que tampoco pudiendo dominar mi genio, me dedique por varias horas a dar rienda suelta a los conocimientos y fui contando todo lo que sabía de la zona e indicando esto o aquello, al pasar por sus cercanías. Lo que nunca supuse era que otro personaje habría de aparecer en la frecuencia, haciendo aportes más que valiosos y dando datos por mí desconocidos. Antonio, con mucho afán y sinceras ganas de que se disfrute del viaje, ayudó y en demasía para que todos pudieran conocer, al menos desde lejos esa hermosa zona en las puertas de la Patagonia. Así, apuntando, comentando, haciendo gala de un detalle único, Antonio y yo con lo mío; pudimos amenizar el fin de la tarde mientras viajábamos hacia el sur, siempre al sur.
        Pasamos por varios pueblos en las cercanías de Bariloche y seguimos reptando siempre por esa ruta única hacia Esquel. Pasamos por El Bolsón, y luego por El Hoyo. Es más ni siquiera habíamos entrado a este pueblo cuando fuimos alertados por radio, por una voz desconocida y auténticamente amistosa.
        Hola!!! Dijo el desconocido. Bienvenido el Grupo ECO RADIO a la Patagonia y al Hoyo. Soy Fabián, los estábamos esperando desde hace horas, que bueno que ya están cerca. Quisiéramos saludarlos con mi familia si aceptan, además hay otros amigos en la frecuencia a la curuya, que no se animaron a interrumpir la guiada jaja. Si quieren los espero en la Y.P.F que van a encontrar ni bien pasen el cartel de bienvenida al poblado.
        Obvio era que no podíamos dejar de hacer la paradita, como nos íbamos a perder de estrechar la mano de unos amigos!! Así que varios minutos después nos detuvimos en esa parada señalada y esperamos expectantes, a ver que nos deparaba el destino. Minutos después llegaron Fabián, su esposa y perro. Todos juntos a saludarnos. Yo soy porteño, me vine hace un par de años, esto es hermoso, así que más puedo pedir. Estamos re felices. Y como escuchamos lo que uds. inventaron no podíamos dejar de sumarnos, somos de aquí y lo vamos a hacer conocer. Saldremos desde Lago Puelo, este que está ahí nomás.
        Era un tumulto de palabras, pero es que el amigo estaba más que contento y feliz con vernos. Y como si fuera poco, nos dio una sorpresa más. Si pueden esperar quince minutos, llega otro amigo de El Bolsón que no se animó a hablarles cuando pasaron, pero que me llamó y se puso contento. Yo le dije que se viniera que los paraba aquí y que les pediría que lo esperen. ¿Cómo podríamos negarnos a ese honor? Así que mientras tomamos unos ricos mates cebados por Gina, y sacamos algunas fotos, aguardamos el arribo del colega. Cosa que sucedió a solo minutos. La espera valió mucho la pena, porque pudimos, para nuestro ego, escuchar los comentarios de estos amigos que se desvivían diciendo todo lo bueno que le parecía el encuentro de parques y la importancia que éste revestía para nuestro país. Bueno, nos dijimos, al fin pegamos una.
        Ya la noche estaba cayendo en esas latitudes y fue el bueno de Antonio quién nos alertó sobre la hora. Chicos, dijo temeroso, miren que falta rato aun, así que ¿Qué les parece si arrancamos? Y si, la verdad era esa. Aún faltaban varias decenas de kilómetros que serían difíciles, ya por la topografía, ya por las horas acumuladas en el viaje. Habíamos partido a las 07:00 hs. desde Barreales, llevábamos para entonces, más de catorce horas de marcha.
        Los últimos kilómetros fueron tranquilos, si se quiere definir a esa parte del viaje, lo que si nos dio fue la oportunidad de conocer una faceta de Antonio que no conocíamos aún. Él durante el día, había sido un excelente guía y mejor baquiano. Conocía el camino, sabía las distancias, los lugares, etc, etc. Pero, la noche traería sorpresas. Muchas de ellas.
        Habiendo hecho varios kilómetros, Antonio nos comentó que ingresaríamos al parque por su entrada sur. La misma, si bien nos llevaba a un camino de ripio que por lo general estaba en buen estado siempre; nos haría ahorrar unos 80 km. en la vuelta. De no ser esa la opción, deberíamos ir hasta Esquel, y desde allí girar al oeste y entrar el pórtico del este, que en esencia es la puerta principal del parque. Pero eso, tal lo mencionado, daba lugar a por lo menos una hora más de viaje y decenas de kilómetros más por recorrer. El camino del sur, de noche no nos diría nada, pero cuando volvamos, dijo seguro de lo que decía a sus amigos, en estos días para ir al Puerto Chucáo para la navegación al Alersario Milenario; verán que es hermoso. No lo creerán pero cuando lo hagamos de día el paisaje es arrollador.
        Ninguno de nosotros estaba en condiciones como para poner un coto o es su defecto corregir o cuestionar a Antonio. Él tenía realizado junto a su esposa Gina, decenas de viajes al lugar. ¿Quiénes éramos nosotros para tal improperio? Así que detrás de él marchábamos silenciosos y expectantes. La noche era hermosa, una luna tenue pero visible nos vigilaba y seguía los pasos. No hacía frio, más bien estaba fresco, pero no más. Pero, la cosa se complicó, y como dicen por ahí, saltó la liebre.
        A la salida de la próxima curva, a la derecha parte un camino, por ahí vamos a tomar, despacio por las dudas, pero ahí salimos de la ruta. Bueno, fue la bucólica respuesta del resto del grupo. Ahí vamos tras ti. Pero no fuimos muy lejos, a un par de centenares de metros, el caminó se cortó abruptamente y quedamos en medio de la nada. A lo lejos ladraba un perro y cerca, cuchicheaba un búho. Estábamos perdidos lisa y llanamente.
        Upsss, se escuchó desde la brillante Toyota blanca, me parece que metí la pata, sentenció Antonio por radio, haciéndonos saber que le había errado el camino a tomar. ¿Viste que te dije? ¡Este, no era el camino, yo te advertí! Tronó por detrás de nuestro amigo, la hermosa de Gina. Antonio no había alcanzado a soltar el PPT, por lo tanto todo fue oído por nos.
        Vamos a dar la vuelta y listo, ya nos encaminamos, dijo otra vez el “canoso viejito” con corazón de dulce. Son cosas que pasan… Si claro, espeté por radio a la vez, Son cosas que pasa dijo Larralde. Ehhh no me digas que te gusta Don José, que bueno, volvió a argumentar el Antonio. Dale papi, es tarde, orientemos el rumbo porque están todos cansados… terció Gina.
        Salimos otra vez a la ruta y encaramos otro ingreso, este es seguro. Mira que a seguro lo llevaron preso… dijo Roberto. Y casi fue así. Volvimos a errar. Alguien en esta Argentina de corrupción había robado el camino de ripio. ¡Qué cosa! Caramba!!! Hubiera jurado que aquí era, cheeeee, que mal estoy hoy. Le erré otra vez Gina, estoy mal. Y que lo digas hace falta amor. Los chicos han de mofarse de ti toda la vida. ¿Nosotros? amagó Roberto, jamás!!! Quizá este es uno de los caminos de Lázaro, por eso no está. Sí que está arreció Gina ahora manejando el micrófono. Lo hicimos como setecientas veces, lo que pasa es que mi viejito está cansado jaja.
        Antonio!!!! No les hagas caso, bramó Gustavo. Son envidiosos, quédate tranquilo que ya vamos a encontrar el maíz y hallaremos el rumbo. Sí, eso haría falta, vaya que sí. La solución mágica como siempre, provino de Roberto. El viejito intrépido como nadie deslizó que cuando llegáramos a la ruta él preguntaría en alguna casa de la zona. Quédense tranquilos y duerman sin frazadas…
        Pisamos la ruta y a unos metros una mortecina luz, alumbraba el porche de una humilde casa. Se apeó Roberto entonces y golpeó las manos. Hola viejita, lo escuche decir, mira venimos desde Córdoba y como estamos cansados le erramos el camino. ¿Dónde queda la entrada al Parque Nacional Los Alerces? Porque para allá vamos, somos radioaficionados y tenemos una expedición por delante. Ahhhh, sí, sí, claro; sigan dos kilómetros y van a ver que sale un camino ancho a la derecha, tomen por él, ese es el camino al parque, pero aún están a más de cincuenta kilómetros aun. Sí, sí, claro, lo sabemos tenemos uno de los viejitos que es baquiano, lo que pasa que le erró. Nos vemos!!! Gracias.
        Dimos vuelta otra vez sobre nuestros pasos y encaramos esa distancia que nos habían determinado, poco después hallamos el camino perdido. Ahhh este sí que es el camino, respiró aliviado Antonio, estoy en paz por más que me den con un caño. ¿Quién, nosotros? Naaaaaaaa… fue el único aporte de Beto LU7HA en todo el viaje.
        Si bien la noche no daba lugar para mucho, a lo que se sumaba que viajábamos bajo un robusto y tupido bosque de varias especies arbóreas, percibíamos que el camino tenía mucho que mostrar cuando la luz del día lo alcanzara. Estaba muy bien mantenido, por lo que circulábamos a regular velocidad, las curvas se continuaban una detrás de otra y hacían que los faros de los vehículos iluminasen a cada momento ese manto verde que cubría todo. En un momento, Antonio pidió que detuviéramos la marcha y que por unos minutos parásemos los motores, escuchen dijo, allá abajo corre el río; escuchen ese sonido es maravilloso. Y verdaderamente lo era. Solo había que poner empeño en imaginar cómo sería ese lugar ahí cerquita, para que el corazón se acelerase.
        Pasamos por muchos detalles geográficos, acantilados, bosque cerrado, vados de piedra, cascadas pequeñas y de las otras, arroyuelos susurrantes y otros tanto más. Hasta que en un momento y triunfante, feliz y muy muy satisfecho otra vez Antonio habló. Habló y dijo: Amigos míos, formalmente y en nombre de mi hijo Ariel, les doy la bienvenida al Parque Nacional Los Alerces. Habíamos llegado al fin. Bueno, un decir, porque aún restaban como treinta kilómetros más.
        Lo que pasó es que en ese momento en que dejo fluir su alegría, Antonio había pasado por debajo de gran pórtico del acceso sur al parque. Tras él y a solo unos segundos de distancia, hicimos lo propio el resto de la comitiva. La diferencia fue que nosotros, más jóvenes claro, si hicimos usufructo del lugar. Nos detuvimos unos metros más adelante y en medio de la espesa obscuridad de ese domingo cinco de noviembre de dos mil diecisiete; nos sacamos unas hermosas fotos junto al cartel de ruta. Queríamos retratar el momento único que Dios nos permitía vivir.
        Poco después y mientras seguíamos andando otra detención nos alertó. Se habían encendido por mucho tiempo las luces de stop y eso nos llamó la atención. Pregunte vía radio ¿Todo bien Antonio? Siiiiiiii, claro, todo re bien, fue la respuesta. Es que paré par que pudiéramos disfrutar de este hermoso sitio. Cuando lleguen lo verán. Una cascada que salió de su cauce y pasa sobre la ruta, pero es tan clara el agua que aún en la noche se puede ver. Paren Uds. también. Y claro que así lo hicimos, era una belleza única e irrepetible. Con Gustavo nos quedamos mirándonos, no podíamos dar crédito lo que teníamos a nuestros pies, el agua corría desenfrenada en un torrente que poco más allá, a la derecha nuestra; caía al lago. A la izquierda entre grandes troncos de viejos árboles, un celestial manto blanco bajaba desde lo alto. Salpicaba, mojaba, buscaba su lugar, emprendía una lucha sin cuartel con las rocas que sobresalían del cerro. Luchaba por seguir. Esa cascada fue sin dudas, la frutilla del postre en esa noche. Nos merecíamos eso, sin duda.
        Arrancamos otra vez y Gustavo agarrando el micrófono, interrogó a Carlos LW4HCL porque aún no se movía. No podemos, respondió. Estamos bebiendo este elixir de vida. El Roberto se agachó con un vaso y estamos tomando agua fría de la cascada, y todo sin bajarnos channnnnn!  ¿Cómo no se nos ocurrió a nosotros?
        Poco después y cuando los relojes marcaban las 00:05 hs. del Lunes 06 de noviembre de 2017, arribamos a destino y nos detuvimos en la casa del Intendente del Parque Nacional Los Alerces. Si bien como dije él no estaba, si nos recibió su familia, quién prorrumpió en vítores de alegría y felicidad al vernos. Al fin llegaron estábamos empezando a preocuparnos por Uds. Se cumplían entonces doce horas ininterrumpidas de marcha, desde que abandonamos a mi Kangoo en Picún Leufú. Pero aquí estábamos, todos felices, y contentos.
        El hijo de Ariel, nos acompañó a la cabaña para huéspedes que nos habían asignado y nos abrió las puertas. Están en su casa dijo y se retiró a dormir. Nosotros aún teníamos mucho por hacer.
        Chicos!!! Dije cansado pero aún con ganas. Algo, aunque sea poco debemos comer, hace horas que no ingerimos nada y debemos hacerlo. Tenemos todos, pastillas para tomar. Bajemos algunas cosas, solo lo necesario, el resto puede esperar hasta mañana. Busquemos los víveres y la caja de condimentos, algo rápido hago mientras nos acomodamos. Y así hicimos, bajamos algunos petates solamente, lo necesario para dormir e higienizarse y la añorada caja con “las cosas” que siempre tenemos a mano. Puse una olla a hervir y al lado un jarro. Busque entre las cosas y saqué mostacholes, manteca, unas sopas y queso rallado. Así que en poco más de veinte minutos dimos cuenta de un caldo de verduras y  fideos con manteca.
        Cada uno hizo lo que tenía que hacer, llamó a casa, avisó del arribo en total seguridad, fue al baño, respiró el aire fresco de la noche y descorchamos un vino para mojar los labios. La cena duró menos que un abrir y cerrar de ojos, para cuando me levanté a prepararme y preparar un café, la mitad de los comensales habían puesto sus pies en polvorosa. Solo Carlos y Gustavo me dieron el Ok. Y tomaron el negro menjunje de parados nomás.
        Cuando ingresamos cada uno se había ubicado según las fuerzas para seguir caminando. Beto y yo, en la habitación uno, Gustavo y Carlos en la cuatro. Roberto, exquisito como siempre, dejó para más tarde la elección dado que las habitaciones a las cuales había encarado, estaban ocupadas por sendos Guardaparques que habitaban la cabaña. No sabemos porque, pero renegado del mundo, no quiso compartir con nadie la pieza y más desfalleciente que despierto, agarró un colchón, su bolsa de dormir y dejándose caer ¡muy muerto! Dijo, hasta mañana viejito, no doy más.

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