EXPEDICIÓN
AL PARQUE NACIONAL
LOS ALERCES
Hace ya 18 años que lo expreso y lo repito cuantas veces sea
necesario, si con eso logro que quién me escucha pueda entender la razón y
esencia del Grupo ECO RADIO. Y tengo muy, muy claro que no es para nada fácil
hacerlo porque desde el inicio, somos un grupo un tanto especial.
Una
de las cosas que creo nos hace especiales, es la forma de gobierno o como nos
manejamos dentro de la institución. Aquí si bien es cierto que hay tres o
cuatro personas que tienen la responsabilidad de dirigir los destinos y velar por
la salud integral del grupo; todos sus participantes, sus integrantes, pueden y
“deben” aportar no solo esfuerzo y tiempo para el sostén, sino que quizá lo más
importante que se necesita que aporten, es voluntad, ideas, sueños, compromiso
y pasión.
Con todo esto a cuesta, entenderá amigo lector, que no es
fácil gobernar el grupo y menos aún, pertenecer con honor a él. Es más, en
nuestros primeros 18 años de vida, ya han pasado por sus filas casi un centenar
de colegas radioaficionados los cuales, de una u otra manera, tuvieron que
desistir o, en menor grado, fueron obligados a marcharse. De piolas y vividores
el mundo está lleno, no hace falta que se reúnan bajo el árbol de ECO RADIO.
Algunos se fueron bien, otros más o menos, un minúsculo grupo; muy muy mal.
Criticaron putearon, blasfemaron hicieron vendettas y algunas otras cosas más,
como insultar en las redes o llamar por te. a altas horas de la noche para
amenazar. Obvio que la respuesta fue siempre la misma para todos, los buenos y
los no tanto. ¿Vos paisano, que hiciste por el Grupo ECO RADIO? Fin de la
discusión.
Demás está decir que no basta tener la gorrita, o el buzo y
la remera para decir soy un miembro. Eso son solo cuestiones efímeras,
insustanciales. Lo verdaderamente importante es que impronta, que huella, que
acciones deja cada uno dentro del grupo. Lo demás es puro bla, bla compañero.
Habiendo dicho lo dicho, se entenderá pues que tener una
amigo hermano dentro de las filas (él entre otros claro) no es fácil y menos si
al susodicho le encanta participar, aportar ideas, sumar ganas, poner el hombro
y todo eso que corresponde a las buenas personas. Por todo ello y mucho más que
exista un “viejito” llamado Roberto René Lucich LU7HBL en el grupo, es más
incómodo que mediar entre Putin y Trump. Si hay algo que destacar del gaucho
Roberto, es que tiene ideas muy brillantes y hasta algunas bastante
estrafalarias. La cuestión es que el tira las ideas, y luego agrega “vos, vos
dale forma viejito” y así se queda esperando, armando equipos, preparando su
camioneta o juntando plata, hasta que uno modestamente le hace saber sus
pareceres y entonces se desata la hecatombe.
Es estas cosas estábamos allá por marzo del año 2015, cuando
en una charla intrascendente dejó saber que tenía la voluntad de que en alguna
salida, hagamos una expedición a un Parque Nacional. Él había estado con su
esposa ya en El Palmar y en El Pre Delta. Y creía que podíamos hacer algo bueno
allí. Es más, hasta saqué algunas fotos y anduve mirando para poner el
campamento. Esta misma exposición se repitió varias veces a lo largo del año,
siempre con la misma locuacidad y la inquebrantable voluntad de que allá
fuéramos alguna vez.
Así, como quién no quiere la cosa, llegamos a noviembre del
16 y su postura se tornó muy convincente, y hasta rayó en lo in bancable. Tanto fue así, que el Sr.
Presidente Don Norberto Beto Del Villar LU7HA dejó saber que mejor sería
prestarle atención a esa propuesta, porque si no, “el viejito se pondría malo”;
después de todo, no parece tan descabellada ¿no?
En la futura reunión de comisión, le pedimos pues que se
explayara y nos dejara saber que pretendía y como quería hacerlo. Obvio que la
respuesta fue simple y frontal, tal como es él. Pues, veamos. Ir a un parque y
hacer una expedición desde el. Listo, nada más. Solo eso. “Vos viejito, ya te
podes poner a hacer las averiguaciones y todo eso que lo haces hermoso” y yo,
mientras tanto termino con lo otro (¿?) En fin, una jugada típica del Roberto a
la que ya estábamos más que acostumbrados.
Como queriendo
ocuparlo en algo, atiné a preguntar ¿Y vos a que parque pretendes ir? Ahhh ¡a
cualquiera!, fíjate el que nos convenga. Hay un montón de ellos. Otra vez
estábamos en la misma.
Y como en otras oportunidades el secretario debería hacer todo
el trabajo. Buahhhhh!!!
Otra
vez tratando de zafar, arremetí con un comentario que al menos lo pusiera sobre
alerta. Yo creo, dije tratando de parecer intelectual. Que si vamos a ir a un
Parque Nacional, deberíamos hacerlo a uno lindo, bien bonito, que nos deje
algo, que sirva al esfuerzo, que, que. Por eso, dijo el bueno de Roberto. Por
eso es que te dejo la tarea, vos fíjate y lo hablamos. ¿Quién es el guía de
turismo?
Pasé toda esa semana viendo la página de parques, analizando
posibilidades, viabilidad, costos, necesidades y un largo etc. Cuando llegamos
al otro lunes, ya tenía una decena de ideas compendiadas en un apunte y muchos
datos más para seguir estudiando. Pero claro, debería pasar primero por el
grupo, porque si no, todo el esfuerzo podría ser en vano. Así que cual abogado
en un juicio televisado, prepare mis argumentos y ensaye cada palabra para ser
convincente.
Reunidos que fueron los miembros del grupo, y luego de las
palabras de rigor, inicié mi filípica como para que todos queden con la boca
cerrada. Ya sabía yo como se desarrollaría la cosa. Silencio, totalmente de
acuerdo, más silencio, lo que Uds. dispongan está bien, ahhh me parece bárbaro,
etc., etc. O sea, más de lo mismo. Pocas veces se cuestionan las ideas en el
seno del grupo y menos aún se critican. Pero la cosa cambio de rumbo
drásticamente y hacia un lugar que no pensaba.
Qué bueno che!!! Me parece una idea genial. Yo tengo un par
de conocidos en la Patagonia que son LU y además están en los parques. Quizá
pueda averiguar algo y conseguir permisos y esas cosas. El viento fresco, venía
ahora desde el sudoeste. Del Neuquén. El recientemente integrado Gustavo LU7YG
dejaba saber mucho de su posición y de cómo encararía desde también la
Patagonia, la ayuda a esta idea. Ya teníamos algo, al menos la propuesta del
amigo Roberto, no había caído en saco roto.
Para la otra reunión se aportaron algunas buenas nuevas y
datos que eran un verdadero aviento a la idea original. Ya teníamos el contacto
con el Jefe de Guardaparques del Parque Nacional Los Alerces, estábamos
esperando a ver que decía. También lo había con otros parques, pero iríamos
despacito para no tropezar. Uno por vez.
Vimos varias fotos desde la web, que indicaban sin duda
alguna, que el lugar ameritaba una visita y que ese era un lugar de ensueños.
Tiramos ideas de fecha, cantidad de integrantes, posibles candidatos para la
expedición, en que ir y todas esas cosas tan caras a la hora de organizar
tamaño viaje. Y casi al final de la reunión, pidiendo disculpas por no poder
hacerse presente en la misma, llegó al celular de Gustavo un mensaje del
Guardaparque Ariel Rodríguez quién no solo nos hacía saber su beneplácito por
la idea, sino que nos adelantaba que su jefe, estaba más que feliz con la idea.
En la semana me pongo en contacto contigo Gustavo. Que más podíamos decir,
pedir o pensar. Ya la rueda se había echado a rodar, así que teníamos algo ya
en manos. Ahora, a llorar a la gruta.
Durante la semana, si bien tenía mucho trabajo y otra
expedición en marcha, mi mente deambulaba por la zona austral una y otra vez,
recuperando imágenes guardadas de otros viajes, evaluando posibilidades y
haciendo números. Haciendo números porque desde el vamos el viaje era oneroso y
no había tu tía. Solo de viaje cada unidad debería afrontar un gasto de $
8.000.- de combustible. El resto, el resto era de menos.
Y llegó el lunes próximo con la ligereza del sol, ocultándose
tras los cerros en Córdoba cuando llega el otoño. Había un aire de expectativa
en la reunión, estaban todos pero el Gustavo no llegaba. Hablamos de cosas
varias, dimos puntos finales a la cercana salida expedicionaria y Gustavo no
llegaba. Gustavoooooooooooo!!!!! ¿Qué pasa carcamán? Hasta que al fin se dignó
a aparecer. Su tono era afable, sencillo, y denotaba mucha felicidad cautiva en
su boca cerrada. Y no tardó en hacernos la sutil confesión.
Hace un par de horas, al salir de la oficina, recibí un mail
del Ariel, ahí se los estoy enviando para que vean de qué se trata. Me parece
que hemos dado un paso gigante como nunca lo hicimos. Lean y me comentan. Un
helado, ominoso, desesperante y rancio silencio de hizo en el Skype. Y pasaban
los minutos y seguían pasando. Rompió el hielo que se había formado Roberto con
su típico “Y bue, parece que vamos a tener que ir para allá” tenemos todo a
medio arreglar.
La charla se extendió hasta ya iniciado el nuevo día.
Hablamos de esto y lo otro, de nuevo de esto y después volvimos a lo otro otra
vez. Conjeturamos, hicimos cálculos y analizamos variables. Pero sin dudas la
suerte estaba echada. De no mediar alguna contingencia fortuita, iríamos a Los
Alerces. A la vista se notaba. No habría otra.
Me reuní en privado con la jefatura dos veces esa semana,
quería que Beto y Roberto supieran que si bien la cosa pintaba, mi temor eran
los gastos. Hablábamos de miles de pesos, no de cientos como en las
expediciones corrientes. Esto no es para cagones, esgrimió Roberto. Dejemos de
fritar con grasa y encaremos algo fuerte. Estoy de acuerdo, dijo Beto. ¿Qué más
podría yo agregar?
Una noche, luego de mis oraciones, cuando el sueño se
resistía a presentarse, me puse a hilvanar ideas y tratar de conseguir más
justificativos para que el viaje se realice. Al momento, como su hubiese bebido
un tecito opiáceo, las neuronas se anegaron de tropeles de ideas, argumentos y
sueños. Tanto fue así que al final pasé la noche sin dormir y la mortecina luz del
alba, me sorprendió cuando abrí los ojos para ir a hacer un pis.
Ese día, llovió en La Falda tenuemente, pero lo hizo todo el
día. Así que sin grandes obligaciones por cumplir, dedique la jornada a
redactar un boceto de la idea, el cual quería presentar a mis amigos esa misma
noche. Tomé unos mates, más tarde un whisky y cada tanto me restregaba los
dedos de tanto escribir. Creo que se calentaron las teclas del teclado de mi
PC. Había nacido el 1º Encuentro Radial Anual de Parques Nacionales. Un poco por
miedo, otro por capricho, algo de necesidad y la obligación de justificar
tamaño gasto y esfuerzo.
Para cuando presenté el proyecto al grupo, había vuelto a
ensayar toda la acción una y otra vez, porque si de algo estaba seguro era que
debía ser más que convincente. Yo voy, y yo, cuenten conmigo. Si mis viejos me
dejan…, yo si arreglo voy. Está bueno eh? Otra vez volvíamos a la vieja
costumbre. Ya se había establecido una nueva expedición. Demás está decir que
desde el parque también llovieron elogios por la idea y lo que es mejor, se
abrieron puertas en Buenos Aires para que cunda el clamor. Quedaba confirmada
la idea y teníamos hasta la fecha. Noviembre del 17. Era solo el comienzo pero
a no dudarlo, de algo muy grande.
Siguieron convocatorias, cientos de e-mail, llamadas por
teléfono, reuniones, cálculos y mucha paz. Estábamos en algo muy grande, tanto
que a varios les quedó grande el proyecto y en un santiamén, se bajaron y
desaparecieron en las sombras. Es más aún les estamos esperando a que vuelvan
con la capa caída. El saco no le cabía a todos por igual. A algunos les quedó
muy, muy grande.
Pronto se hizo notable el interés que tenían los colegas en
la idea, por más que no participaran activamente como pretendíamos. Se notaba
en el ambiente que a muchos colegas le picaba la idea y varios comenzaron a
hacer preparativos en secreto para darnos una mano, otros, como siempre;
prepararon las piedras para el camino. Pero el proyecto estaba en marcha. Sea
como fuere lo llevaríamos avanti. Para eso éramos el Grupo ECO RADIO.
Fueron once meses de trabajo, de largas horas de reuniones,
de mucho calcular y de mucho más escribir. También de convencer y dar
explicaciones, otras veces de alagar y palmear a hermanos en la vida de la
radio, para que se sumaran a la idea. Pero lo logramos, vaya si lo logramos. El
1º Encuentro Radial Anual de Parques Nacionales, marcaría sin duda alguna un
antes y un después en este tipo de eventos radiales.
Allá por octubre y aún contra mi idea de arreglo, recibí un
dinero por dos años de trabajo, que había perdido ya que mis graves dolencias
de cadera, no le daba una buena imagen a la empresa, cuando yo lucía orgulloso
la ropa institucional. ¿Sabes qué pasa? Vos rengueando chuequeando con la
artrosis y vestido con nuestra ropa, no nos gusta. Es una muy mala imagen ¿viste?
Era muy
poca plata pero me quemaba en las manos, sabía que podría durar lo mismo que la
nada, de hoy para mañana, no quedaría nada y toda la humillación recibida no
serviría de nada. Hablé del tema con mi madre y con su complicidad, me fui a la
agencia de autos a ver que podía comprar, si entregaba el Duna y ese mísero
dinero. Volví horas después con una Renault Kangoo 2000 Diesel 1,9. Se me
antojó la manifestación de la felicidad hecha bien tangible y bandera de risa
para mis patrones. Ehh miren que mal me hizo su decisión, miren lo que sufro,
miren como me mortificó. Yo sigo siendo Héctor Oscar Cousillas, Uds. pierden la
imagen. Demuestran lo que son. Que les haga provecho.
Ahora con algo de trabajo de por medio, viajaríamos con otra
comodidad y de seguro mucho más tranquilos. En la gorda, cabría lo poco y lo
mucho y no habría necesidad de llevar el carro. Si sumábamos el aporte de
Carlos LW4HCL y de Antonio LU3HL con sus respectivas camionetas podríamos
viajar seguros y sin complicaciones. En el parque nos daban muchas cosas, no
era mucho lo que debíamos llevar. El espacio en esta oportunidad, podríamos
destinarlo a equipos, antenas y elementos de las estaciones. Teníamos donde
dormir, calefacción, baño, cocina, electricidad, agua y decenas de otras
bendiciones.
Pactamos grupalmente que en esta expedición nos acomodaríamos
de manera que todos viajásemos con lugar de sobra. Así que como siempre Beto
LU7HA, vendría conmigo. Carlos LW4HCL lo haría con Roberto LU7HBL, Antonio
haría lo propio con su esposa Gina y su hermosa nieta Rocío. Gustavo LU7YG por
otro lado, iría con su Meriva solo, para volver ídem, ni bien se terminara el
domingo 12 de noviembre. Así el resto podría disponer de algunos días para
conocer y disfrutar.
Quince días antes de la partida, nos reunimos en Río 4º, la
mayoría del equipo. La intención era finiquitar detalles, ver la carga, el
espacio, planear la ruta y fijar horarios. Comimos rico como es de costumbre y
disfrutamos de la amistad. Dejamos conocer los sueños y temores, y nos
apuntalamos los unos a los otros. Todo saldría muy bien y veríamos el éxito
coronar nuestro proyecto.
Cuándo volvía de la reunión, la camioneta me acusó aumento de
temperatura, varias veces el testigo lumínico rojo parpadeó como avisando que
estábamos llegando a un nivel térmico que podría causar problemas. Todo se
normalizaba con solo bajar la velocidad y dejando de exigir al motor. El lunes
la llevé a la agencia y todos coincidimos que era sin dudas el radiador tapado.
Todo se arregló en un par de horas, con una desarmada y destape general del
mismo, a manos de un profesional. No volvió a calentar el resto de esos días.
Al parecer los $ 1.200.- que costó el trabajo habían surtido el efecto deseado.
Pasé todo el jueves 02 haciendo mandados para dejar a mamá
bien provista en la despensa y a última hora de la tarde, cargué todo en la
Kan. Por primera vez en muchas expediciones, horas antes, muchas horas antes de
la partida, tenía todo acomodado, cargado, dispuesto y presto a partir. Cuando
caían las primeras motas de la noche, cerré el garaje y luego de un baño
profundo y reparador, dormí a pata suelta toda la noche. El despertador sonó a
las 08:30 hs. Me levanté y afeité. Saqué a la gorda al patio y luego de
desayunar, le coloqué las antenas, y subí los elementos de última hora, GPS,
equipos de radio, binoculares, cámara de fotos, el termo del mate, la
documentación personal, y eché una última mirada a la carga, como para ver si
no faltaba algo.
Almorzamos frugalmente con mamá, como para no cargar el
estómago y pensando en hacer lugar para el asado que me esperaba en lo de
Carlos LW4HCL, para festejar mi cumpleaños. Llamativamente esa mañana habían
sido pocos los llamados de salutación que me realizaron. Así que antes de la
siesta, silencié el celular y el teléfono. Quería aprovechar al menos una hora
de sueño continuo. Cosa que logré para mi felicidad y tranquilidad. Me levanté
a eso de las 16:00 hs. bien dormido y con la cadera y espalda descansada y sin
dolor. Tomamos un rato más tarde la merienda con mamá y luego de los saludos de
rigor, puse en marcha la nena, como para empezar a irme.
Había recién puesto el celular otra vez con sonido, cuando me
entró una llamada. Era mi sobrino Lucas, el hijo de uno de mis amigos, que me
enorgullece llamándome así desde muy pequeño. Tío??? ¿Por dónde estás? ¿Ya
saliste? ¿Venís por la ruta? No, no hijo, estoy recién por salir de casa. Aún
no me subí. Me estoy despidiendo de la Beba y de Gala. Ahhh… pará!!!! Dice papá
que si podes esperar 20 minutos, que es urgente, que quiere hablar con vos y
mostrarte algo antes que te vayas. Bueno, dale, dile que le espero, estoy con
tiempo. ¿Qué pasa? Espetó mamá. ¿Qué
es tan urgente que tienes que demorarte? ¡Qué sé yo mamá! Algo pasó y no puedo
dejarlo pagando. Si ellos van a cuidar de ti, no puedo irme sin saber qué pasa.
Dejo constancia que esos en verdad 15 minutos, se hicieron
eternos. ¿Qué le pasaba a mi amigo Pachi? Porque la necesidad de que espere,
sabiendo que a mí no me gusta andar corriendo o demorar al vicio. Pero a decir
verdad, cuando llegaron risueños y desbordando de felicidad, me importó un
bledo haber perdido ese tiempo.
Muy orondos y alborozados se aparecieron con una hermosa
Kangoo 2006, en mi patio. ¿Y eso? Dije abriendo los ojos a más no poder. Es que
me calenté con la gorda, cuando fuimos con vos a verla, así que me salió el
negocio y me la compré. Esta es 1,6 y con gas. Vamos a cambiar la carga y
ándate con ésta así gastas menos. Déjame la azul a mí.
Vos estás loco?????? Que te pasa???? No, ni de ahí.!!! Además
si hacemos el cambio, no puedo poner las antenas, no tenemos el soporte. Ya
vamos a salir a algún lado juntos, vos quédate tranquilo. Te felicito, me
alegro y pero me voy con la gorda.
Aún resonaba en el patio el ruido de ese motor, y el aire
olía a ese dejo de gas mal quemado. Nos miramos con mamá y sonriendo meneamos
la cabeza. ¡Qué cosa este Pachi no!, si realmente es un personaje, le respondí
a mamá, mientras ingresaba por enésima vez a la cocina; pero me pone contento
que al fin de todo la Kangoo le haya causado un buen interés y que deposite en
ella la esperanza de contar con un buen vehículo en el futuro. Tomé otro poco
de agua, volví a despedirme de ella y de mi hermosa labradora Gala, ya
convencido que partiría al fin. Pocos minutos más tarde, bajaba por Las Lomas a
la vez que miraba por los espejos retrovisores que la Beba no tuviera problemas
en cerrar la tranquera y que llegara
sana y salva a la casa.
La ruta estaba como era de esperar bastante libre, poco
tráfico en dirección al sur, un poco más rumbo al norte. Era el génesis del fin
de semana y muchos habiendo abandonado el trabajo en la ciudad capital, ahora
marchaban raudos hacia el verdor y fresco de las sierras cercanas. Poco me
costó tomar un buen ritmo y sumar kilómetros viajando hacia Alta Gracia, donde
Beto ya estaría esperándome como siempre. Con
agrado percibí que la gorda se comportaba maravillosamente bien con la
carga que ya llevaba primorosamente acomodada por mí en su vientre. Beto LU7HA,
poco más tenía por agregar, ya que como he
dicho ut supra, esta expedición en particular no requería de muchos elementos
anexos para que nuestro trabajo se pudiera realizar. Por lo pronto y si todo
era como yo tenía pensado eran muy pocos kilos más que se sumarían.
Habiendo pasado el rosario de pueblos hacia el sur, que
vecinos a La Falda, son la antesala a ella; tomé por la ruta E 55 con rumbo a
la zona del paredón del Dique San Roque. A diferencia de la Nacional 38, esta
si tenía algo más de autos circulando, todos ellos habiendo aprovechado la
Variante Costa Azul que varios kilómetros nos ahora para llegar a casa.
Distraído y curioso, me llamó mucho la atención los adelantos que llevaba la
obra del puente sobre la Garganta del Lago San Roque, que será a futuro la
nueva variante que agilizará y hará mucho más seguro el paso por la zona que es
ícono en el sur del valle. La obra, esperada desde los 70, se está realizando a
buen ritmo y de seguro, por más que se roben decenas de cientos de pesos, ha de
servir a los intereses de quienes vivimos en la zona norte de Punilla. La idea
es una nueva traza que dejará a la vieja ruta nacional, de lado y permitiendo
que al momento de la inauguración se transforme en un camino alternativo intercomunal
para el centro y norte y un sector turístico en la zona más trabada que no es
otra que esa, la del paredón. Mucha gente trabajando, máquinas, grúas y
camiones todo un ejército de voluntades que tienen la responsabilidad de la
construcción. Sin embargo, repito, me llamó la atención lo adelantado de la
misma, ya estaban basados los pilotes de puente en ambas márgenes de la
garganta y buena parte de la sierra mochada, por donde se apoyará el resto de
la estructura. Me reía para mis adentros porque ya me sonaban en los oídos los
reclamos de los pseudos conservacionistas, zurdos anti crecimiento y fachos de
crecimiento limitado. “El daño al ecosistema, los ruidos, la degradación de la
tierra, la cantidad de vehículos que pasarán, etc” comentarios que no por
válidos y sostenibles no dejas de ser una pavada. O crecemos y adecuamos las
cosas a la necesidad de la población, o vamos para atrás. Que es daño, que
algunas cosas se hacen mal, si realmente es verdad; pero ¿Qué hacemos? Estuvo
mal desde hace 100 años, cuando la zona se estableció como un paraíso turístico
y nadie previó las consecuencias. O nos agiornamos, o debemos matar gente para
que deje lugar. La suerte está echada.
Prestando atención al abundante tráfico en la zona y en ese
momento, hice abstracción del paisaje, sus modificaciones o el futuro que le
esperaba. Pronto dejé atrás la variante y me subí por algunos kilómetros a la
autopista para volver a bajar ahora hacia la derecha en la ruta C 45, con la
que me iría rumbo sur hasta Alta Gracia. Volví a sorprenderme que hubiera pocos
controles policiales, a no ser un par de patrulleros que crucé a lo largo del
inicial recorrido.
Cuando llegué a la casa de Beto LU7HA, como siempre me
recibió con su sonrisa afable y sincera. Luego de abrazo y besote de rigor,
apuró sus petates para que los cargásemos sin más. Eran su bolso con la muda de
ropa. La máquina de foto, un par de cajas con equipos y fuente y un abrigo. Lo
dicho, poco en todos lados. Detrás de él, apareció Irene, su esposa quién
también abriendo sus brazos me invitó a entrar y tomar algo fresco. La charla
derivó pronto en que nos cuidásemos, que tuviéramos la seguridad de la
bendición de Dios, que llamásemos cuando
podamos y que me quedara tranquilo que ella controlaría, al menos por teléfono a
la Beba.
Apuramos el jugo de naranja, pasé por el baño otra vez y
partimos raudamente hacia Río Cuarto. Había llegado a eso de las 19:00 hs. casi
dos horas más tarde de lo que creía; pero mamá ya había avisado de esa demora
telefónicamente. Entre la carga, el refrigerio y el baño, daban las 19:40 hs.
cuando partimos hacia el Imperio del Sur. Mientras marchábamos nos pusimos de
acuerdo, como siempre lo hacemos, sobre cómo nos manejaríamos con los gastos,
las cargas de combustible, las etapas de manejo y alguna que otra variable ya
conocidas en virtud de los muchos viajes que llevamos realizados juntos con
Beto.
Es una realidad insoslayable que la nueva autovía hacia el
sur, es una verdadera bendición. Rápida, segura, obviando pueblos, semáforos y
lomos de burro, el transitar por ella ayuda y mucho a la hora de la
regularidad. Ahora se pasa por fuera de los pueblos, se va mucho más recto y
con dos carriles por mano. Ya con eso basta. El anterior trazado de la Ruta
Provincial 36; era tortuoso, trabado, lento, lleno de curvas lomos de burro,
badenes y otras tantas complicaciones. Sin hacer notar claro, que pasaba por
dentro de todas las ciudades con el consabido y necesario momento de marcha
lenta en esos lugares.
Si bien viajaba cómodo y contento, por el rabillo del ojo
derecho no dejaba de controlar el termómetro. Ya había tenido varios sustos
hacía quince días cuando vinimos a preparar todo, con el asunto de la
temperatura de la Kan. No podía descuidarme. Sin embargo el medidor no marcaba
ninguna suba o valores que alarmaran, es más dado que la tarde estaba fresca y la
velocidad era relativamente baja; la temperatura de la camioneta era menor a lo
normal. Mucho más aún cuando luego de pasar Despeñaderos nos encontramos con
los primeros indicios de llovizna que presagiaba lo que más adelante sería una
copiosa lluvia.
Decidí entrar hasta el taller de Carlos LW4HCL, no por el
centro como casi siempre se hacía, sino rodear la ciudad por la rápida
circunvalación que desde hace más de quince años facilita el tránsito hacia el
sur. Para ingresar por una calle lateral a la altura del taller. La jugada dio
resultado y en menos de diez minutos ya estábamos a pocas cuadras y juro, que
se olía en el húmedo y pesado aire las
partículas de humo cargado con perfume a asado. Me detuve a tres cuadras, para
poner en el recientemente incorporado soporte; el látigo con el banderín del
grupo como para mandarnos la parte al
llegar. Ya viajaban detrás; la antena de HF y arriba de la parrilla de carga,
la 5/8 de VHF. Pero, un poco de circo nunca viene mal en un auto LU.
Llamativamente el taller estaba cerrado pero dentro, se veía
varios seres moviéndose y portando cosas. Carlos LW4HCL; había convocado a
varios colegas de la ciudad para el asado en mi honor y a la vez para que le ayudaran
a preparar su unidad. Eran amigos del radio club, que otrora viajaron con él en
muchas incursiones a los más variados lugares del país. En ésta, no se animaron
a prenderse, así que solo serían del festejo, más no de la partida. Entre ellos
estaba Antonio LU3HL, que siendo también vecino de Río 4, era la tercera unidad
del equipo. Su hermosa Toyota estaba abarrotada de cosas, le había adosado un
soporte paralelo a la barra antivuelco, que oficiara de soporte a la parte
posterior de la torre, antenas y mástiles que él llevaría, pero que formaban
parte del equipamiento general. Dijo entonces Antonio que Gina, su bella
esposa; le había dejado compartir con los amigos ese festejo en mi honor,
siempre y cuando no se bandeara con lo que comía y tomaba. No era cosa que su
ingesta de esa noche, doblegaran su salud para el resto del viaje. Y él, como
hombre hecho y derecho, prometió cumplir su palabra. Y doy fe que no pudimos
minar su espíritu y ni siquiera mojose sus labios con un poco de vino. Como
decimos en Córdoba, le dio duro a la Ser de pera. Puajjj!!
En la reunión concertada en el mismo lugar quince días atrás, habíamos pactado que
Antonio llevaría mucho de nuestro equipaje, ya que él y su familia solo
acarrearían un par de valijas y las cajas del equipo. Lugar sobraba en la 4x4 y
ni que hablar de la potencia y tracción. Por lo tanto, exceptuando lo que ya
estaba en la Kangoo cargado y acomodado, mucho de los elementos de Carlos, y
Roberto (cuando llegara) serían apropincuados en la caja y cubiertos por una
lona. Y dicho sea de paso Roberto ¿por dónde anda? Ya debería estar aquí. Ese
era el comentario generalizado de todos, ya que sabíamos que el amigo no es de
llegar tarde y menos a un asado.
De seguro, dijo Carlos, lo cruzó la tormenta y debió guarecerse
o esperar que amaine. Ya debe estar cerca, lo voy a llamar por radio y si no
responde por celular. Al rato volvió con gesto adusto, nada che! No responde
por ningún lado ¡Qué raro! Y dicho esto volvió a sus labores en la camioneta
que aún necesitaba algo de aplicación y mucha fuerza. Diez minutos después unos
potentes faros iluminaron el interior del galpón; había llegado el amigo
Roberto LU7HBL.
Fiel a su costumbre enseguida se puso manos a la obra.
Descargamos sus petates y trasladamos a las otras dos unidades. Revisamos que
nada quedara escondido y que luego provocara problemas por su falta, reparamos
un corto circuito que surgió en la instalación radial de la Toyota de Carlos y
mientras colocábamos antenas, banderas y banderines, llegó la hora de cenar.
Allá a lo lejos en el fondo del galpón un horno estilo chileno, pero trucho,
tenía a mal traer los varios cortes de carne que nuestro anfitrión había
preparado para la ocasión. Y aclaro que lo de trucho, se debe a que el
ingenioso Carlos, le hizo algunos cambios y el horno se calienta no con
“cualquiercosa” como es normal en el resto, sino que posee dos grandes
quemadores que brindan más calor que el fuego del averno. Como si fuera poco,
nuestro amigo puso sobre la mesa un chimichurri que aclaró, era peligroso.
Mezcla de jején, yarará, suegra primeriza, dinamita y gárgara de alfileres. Ojo
con éste, volvió a aclarar. Y realmente era peligroso, pero la historia no se
escribe del accionar de cobardes, no era cosa de quedar pagando, así que
acompañado de un rico tinto, dimos buena cuenta del mismo.
A los postres, Carlos, que siempre piensa en todo, nos
engalanó con una rica torta y algunos dulces muy rellenos de los que dimos
cuenta con algo de café. Y como quién no quiere la cosa; dieron la una. Si, la
01:00 hs. del sábado 04 de noviembre. Así que de buena manera, pero firmes y
convincentes, despedimos al resto de los amigos y cada uno busco donde dejar
depositados sus huesos mientras dormía. Realmente sin importarme mucho la
decisión de mis amigos, me encaramé a la cabina de un gran camión que,
estacionado en el gran taller, aguardaba turno para su reparación. Abriendo la
puertezuela vi que detrás de las butacas había una gran cama con un colchón
casi sin usar. Dije entonces, esta es la mía. Me bajé, fui a la Kan, agarré mi
almohada y el poncho y solo dos minutos después, habiéndome aflojado el cinto y
quitado las zapatillas, dormía a pata suelta estirado como era mi necesidad
para descansar la columna. Entre las sombras vi que el dueño de casa deambulaba
aun llevando algunas cosas cerca de su camioneta y se cercioraba de que nada
hubiera quedado desordenado para el desayuno. De Beto y Roberto nada supe, más
si supuse. Los tres durmieron en la zona de repuestos del taller, en sendos
colchones que Carlos siempre tiene pronto para los amigos.
Puse el despertador de mi celular a las 05:45 hs. por lo que
me quedada poco menos de cuatro horas para dormir. Pero descabezar un sueño
placenteramente es una de mis virtudes, sin importar las condiciones o el
lugar, por lo tanto no habría drama en echarme a los brazos de Morfeo. En plena
madrugada las necesidades me llamaron a levantarme, así que bajé a hurtadillas
del camión y como un ladrón en acecho, hice lo que tenía que hacer y volví más
pronto que ligero a la cucha.
Cuando comenzó la vibración y se encendió la pantalla antes
de sonar en el celular, llevaba yo varios minutos despierto y atento. No llovía
o al menos no se sentía en el techo de chapas del taller, caer la lluvia.
Tampoco andaban duendes paseando por entre los repuestos ni ruido alguno
traicionaba el candor de la noche de noviembre; que advirtiese que mis amigos
andaban rondando por allí. Como un espectro, sin ruidos y casi a obscuras. Fui
al baño, me acicalé un poco, afeité y descargué las aguas mañaneras. Luego,
caminé en torno de la Kangoo, viendo y mirando que todo estuviere en orden.
Revisé los líquidos, completé menos de un vaso de agua del depósito del
radiador, controlé el aceite y limpié el parabrisas. Detrás en la otra punta
del inmueble, ya se habían encendido algunas lámparas y mis amigos comenzaban a
vagar de un lado a otro, toalla en mano. Carlos se apresuró a encender el fuego
y puso un par de hervidores a calentar para el desayuno y posterior carga de
termos. Minutos más tarde la mesa estaba servida. Medias lunas, bizcochos,
torta y alfajores estaban dispuestos para el disfrute. Mate, leche, café, té
serían la parte húmeda.
Otra vez, raro en nosotros, volvimos a faltar a la palabra y
el pobre Antonio LU3HL y su familia estaban ya esperando en la ruta, mientras
nosotros ni siquiera habíamos puesto en marcha las unidades. Entre una cosa y
otra, la hora acordada había quedado hacía mucho atrás. Faltaban minutos para
las 08:00 hs. y nosotros con la red sin tirar. Pobre Antonio. Cargamos los termos,
apagamos las luces y partimos raudos en búsqueda de los amigos que, tal lo
acordado, estaban hacía rato en la estación YPF esperando nuestra llegada.
Repostamos combustible, verificamos que todo lo hablado la
noche anterior era lo correcto y comenzamos el largo camino al Parque Nacional
Los Alerces. El segundo inicio para mí, que ya llevaba un día y casi 400
kilómetros de marcha. Cuando
salimos a la ruta., rumbo a San Luis, ya el sol nos calentaba la espalda. El
día estaba despejado y con un diáfano fulgor. Algunas nubes grises escapaban
presurosas hacia el norte en búsqueda de las serranías, al sur; todo era
celeste y blanco. Al oeste, aún aletargado el amanecer; tonalidades rojizas se
dejaban ver y desaparecían inmediatamente el sol, imponía su impronta de luz y
calor.
Si todo salía como estaba previsto, nos aguardaba todo el día
de marcha para poder alcanzar la localidad de Añelo, donde a la vera del Lago
Barreales nos esperaría en su casa de campo Gustavo LU7YG ya entrada la noche,
también con otro asado de festejo. Por ahora y por delante teníamos: Villa
Mercedes, Victorica, Chacharramendi, 25 de Mayo, Barda del Medio y Campo
Grande. Veríamos luego como sería la marcha.
Al llegar a Villa Mercedes con algunas cargadas de mis amigos
que no vienen a lugar; comenzamos a dudar del bueno de Antonio LU3HL que para
nosotros venía a ser como el conductor máster de la expedición. El amigo tenía
hecho decenas de veces el camino, ya que su hijo, allá en el lejano sur; sería
ahora también nuestro anfitrión en su parque. Y el viejo, como dice Roberto
LU7HBL ya no podía contar las veces que había ido a ver a Ariel, por lo que fue
quién determino el derrotero del viaje. ¿Quién mejor? A decir de mi abuelo, le
erró para el tajo de la… hay que tomar la segunda salida a la derecha Héctor,
adelantó por radio con voz de locutor de Radio Nacional. Yo que también conocía
la zona y además llevaba el GPS, asentí conforme mirando a Beto LU7HA, quién
medio dormido preguntó qué pasaba. Si, dije a baja voz, la primera salida es la
entrada a la villa. Así que a baja velocidad tomé la rotonda y giré acompasado
con el sonido de la radio. Por el espejo sin embargo, vi que mis amigos pasaban
de largo como una autobomba a plena carrera. Ehh, ehhhhhh, ¿conde van? Espeté
por radio, que pasó. Shhhhhh. Se equivocó el viejito, dijo a carcajada limpia
Roberto que también criticada a su chofer, Carlos por seguir a su amigo. Entre
la risa y los gritos escuché que, también riéndose Carlos argumentaba que el
solo siguió al que sabía. Desde la radiante Toyota de Antonio, solo se escuchó
perdón, perdón…, a la vez que Gina y su nieta reían a rabiar por el error. Qué
vergüenza, no lo puedo creer!!! Volvió a decir Antonio, pero ya habíamos re
conformado el tren tripartito de viaje, yendo la Kangoo a la cabeza.
Por delante teníamos poco más de 200 km. de autopista de dos
carriles por mano y poco para ver a sus lados, así que fue un momento propicio
para dedicar algo de tiempo y energía a la radio. Beto inició el llamado en 40
metros, Roberto lo hacía en 20 y Carlos a ratos perdidos, indagaba en los 2
metros. Para sorpresa de todos, fueron varios los contactos que se pudieron
concretar, locales, DX, con amigos y desconocidos con otros grupos que estaban
trabajando en sus casas preparando los equipos para partir el siguiente viernes
hacia un parque. La cosa fue amena y nos hizo más llevadera la marcha en las
cercanas horas del mediodía.
Como a eso de las 12:00 hs. arribamos a Victorica y grande
fue la sorpresa cuando dimos con un mundo de autos y gente que se agolpaba en
la estación de combustibles. Hicimos cola y mientras aguardamos el turno,
Roberto nos dijo que aprovecharía la parada para verificar la antena de la
móvil, porque algo no andaba bien. Así que luego de repostar los líquidos
inflamables, aparcamos en un sector con algo de sombra para darle una mano.
Gina, cebó unos mates y todos miramos curiosos a ver que se estaba haciendo en
la camioneta de Carlos. En eso estábamos cuando vimos una radiante y blanca
unidad 4x4 que portaba en sus puertas el inconfundible escudo de la
Administración de Parques Nacionales y un dato más alentador aún. Parque
Nacional Lihué Calel. Allá fuimos, incluido el servicio técnico que trabajaba
afanosamente en la antena. Hola!! Disculpe amigo, dije con intención de ser
sencillo y cordial. Es Ud. el intendente del parque??? Si, el mismo… fue su
lacónica respuesta y Uds. quiénes son??? Ahhhh pará, pará, Uds. son los locos
del Grupo ECO RADIO no??? Vaya que kilombo armaron con la idea jaja!!! ¿Ud.
sabe de nosotros? Y quién no!!! Hasta Macri sabe de Uds., con lo que crearon
armaron un revuelo tremendo, están todos medio loquitos haciendo trámites y
dando permisos. Yo soy amigo de Ariel, así que se del tema desde la primera
hora. El me avisó ni bien Ud. le hablaron.
Ahhh mirá vos!!! Si, si, la cosa es que allá en la zona, son
todos unos maricas, no se animaron, yo les hable a varios LU pero ninguno quiso
hacerse cargo, así que para el otro año deberán Uds. ir a mi parque. Porque si
no, no dejo entrar a nadie más. Este año me la perdí jaja. Nosotros tenemos
lugar, podemos dar una mano, proveerles cosas, hubiera sido lindo tenerles.
Viejito!!! Tenelo seguro que el otro año, vamos para allá.
Palabra del Grupo ECO RADIO, dijo Roberto. Claro que tampoco es para creerle
mucho, porque lo mismo hubo de prometer a San Guillermo, Ischigualasto, Lanín,
Los Glaciares, y no sé cuantos más. En su fatigosa, profunda y responsable
gestión para llevar adelante este encuentro que nos había puesto en viaje.
Nos dimos las manos, cruzamos saludos y partió el amigo para
la gran juntada en el Parque Nacional Quebrada del Condorito, donde
concurrirían todos los intendentes de parques del país, invitados por sus
superiores para festejar el Día de los Parques Nacionales. Lo que ocurriría dos
días después, es decir el lunes 06 de noviembre.
Mientras intercambiábamos comentarios, volvimos a las labores
de revisión y ajuste de la antena, que pocos minutos más tarde quedó lista e
indicó que era momento de re iniciar la marcha.
Chiiiiiicosssss!!!! No se olviden del pan, alertó por radio
Gina, que sabía la necesidad de esta, la adición más utilizada en argentina.
Máxime si hay de por medio un asado. Aquí a la vuelta hay una linda panadería,
podríamos comprarlo aquí porque después no hay nada. Yo voy dijo el servicial
Roberto y huyó corriendo hacia el negocio que esperaba a solo una decena de
metros. Para cuando hubimos dado marcha a la camioneta. Y comenzado a dar la
vuelta a la estación de servicio; ya estaba el amigo de regreso en su unidad y
nos avisaba que además del pan, había adquirido unas ricas facturas para el
mate.
Así, con las provisiones listas, tomamos otra vez al sur encarando
una de las rutas más nombradas del país. “Conquistadores del Desierto. Próxima
parada 25 de Mayo si Dios así lo permitía. Como dispusimos que Antonio “el
conocedor” fuera adelante abriendo camino, le pedimos a él que ubicara un montecito
amigo para poder hacer un alto y dar cuenta del asado que viajaba en la
conservadora, que no era otro que el sobrante de la noche anterior, pero que
estaba a punto caramelo. Yo me encargo dijo la “segunda operadora de LU3HL” mi
marido capaz que se pasa jajajajajaja. Unos cuarenta minutos más tarde y en
medio de la estepa patagónica, vimos a lo lejos que Antonio ponía su luz de
giro a la derecha y aclaraba por radio además, que ese era un buen lugar para
almorzar. Nadie se opuso, después de todo; él era el “baquiano” y por otro lado
había un hambre había!!!
Carlos aparcó su camioneta debajo de uno de los dos talas que
daban un poco de sombra e inmediatamente abrió su compuerta trasera para que
oficiara de mesa. Yo quedé paralelo a la ruta pero bajo la sombra, del otro
lado del segundo árbol y Antonio hizo lo propio detrás y al costado izquierdo
mío. Pronto salieron a relucir vasos, cubiertos, tomates, sal, el asado y un
rico pan pampeano. Dimos cuenta de todo que nos supo a manjar. Lamentablemente
y por seguridad, no pudimos tomarnos un tinto que a buen resguardo el
visionario Carlos llevaba oculto por si las moscas en su camioneta.
No sé porque razón, Dios me hizo abrir el capot de mi Kangoo,
quizá porque cuidadoso como siempre, quería que en el rato de la comida, bajara
por completo la temperatura del motor, que a esa hora del día, ya alcanzaba la
estándar de marcha, unos 92º. Miré sin ver el resto del motor, comprobé el
estado de las ruedas y verifiqué como venía la carga. Lo cierto es que la
apertura era más por costumbre de colectivero, que por precaución.
Mientras lidiaba con un riquísimo trozo de carne de cerdo, vi
que curioso, Roberto andaba mirando el motor de la gorda, mientras mascaba un
sándwich y llevaba su cabeza de un lado a otro. Al rato con su proverbial
tranquilidad, me consultó sobre un particular del cual yo no tenía ni la más
mínima idea. Viejito!!! Dijo intrigado. ¿Se está saliendo el eje largo del
alternador, o le pusiste un bulón demasiado largo y sobra? Carlos que andaba
con intenciones de hacerse de una espina para utilizarla como escarbadientes,
se asomó al motor y asintiendo le escuché que decía al momento de yo llegar
junto a él. Ahhhh si, mirá!!! Metió presuroso su mano diestra debajo del
alternador y sentenció; se perdió la tuerca, se está saliendo el bulón. Espera
que terminemos de almorzar y lo arreglamos.
Lo único que se me ocurrió decir en ese momento, fue que era
obra del que me arregló el radiador, antes de salir, ya que yo mismo había
visto ese adminículo, el alternador suelto cuando fui a buscar la camioneta.
Además agregué, menos mal que lo vimos, si se llegara a caer, y se sale la
correa seguro que se mete en la distribución y rompe hasta el escape. Si, si,
si, fue el lacónico comentario de mis amigos, pudo ser un desastre, pero ya lo
arreglamos.
Poco más de media hora después y con la ayuda de Roberto,
Carlos y Beto, estaba lista la reparación y asegurado el sistema, verificamos
que no tenía otro drama y partimos otra vez rumbo al sur. Aún nos quedaban más
de 400 km. por recorrer. Como buenos caballeros, le pedimos al “baquiano” que
fuera adelante, no para que nos guiara, sino porque con él viajaban dos damas y
nosotros además de limpiarnos las manos, necesitábamos regar urinalmente un par
de matas negras que estaban tras los autos. Al salir Antonio nos dijo que su
hijo Ariel le había avisado que estaba en ruta desde Los Alerces y que de
seguro nos cruzaría cerca de 25 de Mayo. Había salido con el amanecer, así que
era probable que así fuere.
Durante esos minutos que dejamos operar el meato urinario a
voluntad; Antonio se nos adelantó un par de kilómetros, así que velozmente le
dimos presa y al llegar junto a él, le avisamos que como no confiábamos en su
orientación; nosotros iríamos por delante. Entre carcajadas mutuas, le pasamos
y apuramos el tren de marcha. Aún estábamos lejos, aunque nos parecía que en
lontananza ya se veía el humo del asado preparado por Gustavo.
Esa parte del viaje transcurrió con premura y a la vez paz.
Habíamos comido, bebido y descansado más de una hora, con reparación y todo.
Por lo que varios se entregaron a una siesta reparadora, entre ellos Beto que
ya tenía en sus ojos no venas sino várices. Carlos por momentos llamaba a DX,
en otros dormitaba y Roberto inquieto como mojarrita, manejaba, tomaba mate, comía
medias lunas, hablaba por radio, atendía el celular cuando había señal y además
arengaba al grupo. No sé cuánto había pasado de tiempo, quizá unas dos horas,
lo cierto que en un momento, vi entre las bajas nubes del chubasco que se
aproximaba, un Siena blanco que venía parejo y rápido. Algo en el me llamó la
atención, pero para cuando reaccione ya era tarde, raudamente como una saeta,
le vi pasar junto a mí y alcancé a ver el ya conocido emblema de la
Administración de Parques Nacionales.
A la vez, los ocupante
del bólido blanco, miraban atónitos a las tres camionetas y creí leer en sus
labios, “son ellos, son ellos”. Puse las balizas, para que el tropel cimarrón
se alertara, y cabestreando me tiré a la banquina unos quinientos metros más
adelante del punto de encuentro. Allá a lo lejos vi un polvaderal, también en
la banquina derecha. En la izquierda un par de faros blancos indicaban que
alguien hacía marcha atrás y pronto se apearon media docena de personas que
prorrumpieron en fortísimos abrazos, beso y saludos con los brazos en alto.
Esperé que pasara un camión, un par de autos que justo en ese momento
aparecieron en mi horizonte cercano y dando vuelta, volví por la mano contraria
en búsqueda del bullicioso grupo.
Tal lo vaticinado en horas de la mañana, Ariel nos había
encontrado en la ruta a unos 120 km. de 25 de Mayo, y la ocasión no era para
desperdiciar, debía saludar a su padre, a la familia y a este grupo de loquitos
radioaficionados que le habían trastocado la vida a varios intendentes desde
marzo. La plática se extendió unos veinte minutos, que mal no vinieron a la
hora de estirar las piernas y cambiar el aire. Aprovechando Ariel para
aclararnos que encontraríamos algo de tormenta y para armar su agenda con
nosotros para la semana, cuando el volviera del cónclave en El Condorito. Otra
vez volvimos a ponernos en marcha, cuando los últimos rayos de sol se despedían
con un sinfín de promesas, que no tienen historia. Al frente todo era gris,
negro, relámpagos y agua.
Fuimos avanzando raudamente y sin embargo la lluvia no nos
alcanzaba y tampoco la noche llegó a tal. Por debajo de los nubarrones del
oeste, peleando a capa y espada el astro rey se resistía a esconder su rostro.
Así que pese a haber llegado a el cruce de 25 de Mayo; aún había bastante luz
como para que los ocasionales turistas detenidos para reabastecer sus autos, se
asombraran al ver las tres camionetas
que como espinas patagónicas clavadas en todos lados, lucían sendas
antenas cada una y una parva de carga que dejaba saber que algo importante
estaban por hacer. La parada duró no más de veinte minutos, entre carga y baño,
pero cuando salimos el agua mojaba notablemente el parabrisas recién limpiado.
Pocos kilómetros más nos mantendrían juntos con Antonio, toda
vez que él seguiría viaje hacia el sur oeste, hasta Piedra del Águila en tanto
que nosotros tornaríamos al nornoroeste con rumbo a Añelo. Antonio aún tenía
más de doscientos cincuenta kilómetros por delante, a nosotros al menos, nos
aguardaban unos cien. Él pernoctaría en un hotel que ya tenía reservado, donde
descansaría y recuperaría energías para la etapa del día siguiente. Nosotros
según he dicho antes, iríamos hasta la casa de campo del Gustavo LU7YG para
hacer lo propio también.
Cuando abandonamos la estación de servicios, nos dimos cuenta
que el tráfico se acrecentaba exponencialmente y que la cosa no sería fácil, si
a eso le agregábamos la incipiente lluvia. Fuimos despacio con paciencia y
precauciones extremas, hasta que llegamos a la rotonda cercana a Neuquén y viramos
hacia nuestra derecha. La ruta nos sorprendió, ya que muchos kilómetros de ella
estaban en construcción, rotos, sin marcación y como si fuera poco. Ahora
llovía torrencialmente. Vamos tranqui, dijo Carlos por radio, total no hay
apuro. ¿Venís bien viejito? Agregó Roberto. Si, si, vamos bien respondí.
Sigamos. Soltando el PTT, para que no se oyera la confesión de Beto, yo, no veo
nada hermano. Nada de nada, ni dos en un burro.
Esos poco más de setenta kilómetros que nos faltaban, se nos
hicieron eternos. Mucho, mucho tráfico, mucha agua sobre la calzada, mucha
lluvia. Algunos animalitos de Dios manejando desaprensivamente y el riesgo
permanente de colisión a cada metro. Cada minuto que pasaba íbamos más lento.
Todo siguió así hasta que llegamos a Añelo. Después de cruzar el pueblo,
desapareció el tráfico y la ruta estaba en mejores condiciones, pero… aún
faltaban como dieciocho kilómetros aún. Y en todo ese camino, desde la rotonda,
no hubo forma alguna de que nos pudiéramos contactar con Gustavo, ni por radio
ni a su celular. Estábamos totalmente desconectados y por más que nos
desgañotamos llamando por radio ni siquiera estática hubo como respuesta. Se
nos presentaba un dilema. La última comunicación con Gustavo, había sido a
horas de la mañana cuando desde la oficina nos dijo que habría de esperarnos en
la ruta, a la salida del country y con todo listo. El calculaba que deberíamos
de arribar a eso de las 23:00 hs. más o menos. Pero según nuestros relojes,
recién habíamos pasado las 20:30 hs. lo que quería decir, a no dudarlo, que él
al menos no estaría paradito allí bajo la lluvia esperando nuestro arribo.
Casi con lo último de la señal disponible, me entró un
mensaje que tenía hora de salida como a las 16:00 hs. “Si por las dudas nos
desencontramos, pasen Añelo, siguen, siguen y van a cruzar un dique por sobre
el paredón, salen a la derecha, suben, bajan doblan a la derecha luego a la
izquierda y cuando salen a la derecha a unos 300 metros van a ver unas
piedritas blancas a la izquierda. Esa es la bajada al barrio” ¡No le pueden
errar!!! No, claro, que va, como vamos a poder. Dije en voz alta y riendo. Es
de noche, llueve de cojones, no se ve nada y mi gorda tiene menos luz que un
Tucu Tucu. ¿Cómo vamos a pasar de largo?
Les fui dictando a Carlos y Roberto el derrotero a medida que
avanzábamos a tientas, y poco después di con la bendita salida. Ahíi estaba,
corajuda bajo la lluvia esa entrada al barrio. Habíamos llegado. ¿Habíamos???
Llegamos a una tranquera bajo un par de álamos que nos
separaba de al parecer una casa con local que parecía ser el ingreso oficial
del barrio. Apeose sin miramientos Carlos y abrió la misma para que pasáramos.
Tocamos bocina, hicimos señas de luces y al rato apareció desde dentro de la
covacha una mujer a la que le adivinamos con seguridad un abuelo Patagón. Que
buscan, le dijo a Carlos, quién llamó a Roberto más por informado que por
locuaz. Venimos a la casa de Gustavo Gerbaudo, dijo el viejito… es
radioaficionado, nosotros somos de Córdoba y vamos … Aquí no vive nadie con ese
nombre, prorrumpió la Neuquina. No se puede pasar. ¿Cómo, qué? No, lo que pasa
es que él nos espera viste??? Aquí no hay nadie con ese nombre, y nadie avisó
que vendrían, no pueden pasar profirió taciturna la mujer de armas tomar.
Carlos, viendo la noche en la negrura de la Patagonia, se me acercó y me dejó
saber lo que pasaba, mientras se mojaba bajo la copiosa lluvia que no cejaba.
Chanfle!!! Articulé cansado, agotado y molesto. Decile que es el esposo de la
Alejandra Carballo, quizá a ella la conozca. Cheeeeee!!! Roberto, dile a la
señora que Alejandra Carballo es la esposa, si la conoce!!! Cuatro minutos
después, protegida por un parvo paraguas, se asomó la mujer entre las plantas y
haciendo señas como el penado catorce, ese del tango, trató de indicarnos donde
era la morada de nuestro amigo. En eso, portando una vieja linterna Asunción de
metal, carente de pilas y con el lente opacado por el empañado del vidrio, casi
de la nada apareció un hombre, a la sazón el marido de la señora de marras. Ya
desde lejos a no dudarlo un Chilote, mal llevado. Preguntó que pasaba, que como
no le habían avisado, que no podía dejarnos pasar y que las Pistas de Nazca no
existen. Y Hitler era bueno como la Salas.Otra vez estábamos “fuori”
Me bajé de la camioneta, más caliente que talón de cartero,
que le pasa a este tumbado pregunté??? Tratando de que me escuchara. Si tanto
problema tiene que venga con nosotros y se cerciore de que nos espera y ya. No
des tanta explicación Roberto. Sino, que vaya hasta la casa y le pregunte. Lo
que pasa señor… es que yo no sé nada. Por eso, anda y pregunta, listo. O te
venís con nosotros y se acaba el drama.
Dos minutos después y varios milímetros de lluvia ídem,
partimos con el personaje hacia dentro del barrio. A solo cuatro cuadras y un
giro a la derecha, llegamos a la casa. Parecía una cargada. Gustavo no podía
creer lo que estaba viendo, él interesado en un partido de futbol, ni siquiera
había prendido el fuego. Eran las 21:34 hs. supuestamente faltaba una hora y
media para la llegada. Salió a la galería y con gestos desmedidos nos recibió
contento de que hubiéramos llegado sin contratiempos. Luego dedicó unos minutos
al Chileno al que hubo de explicar porque no sabía nada él de nuestro arribo
(sencillamente, porque no había nadie al momento de ingresar Gustavo al barrio,
en la casa) y aguantar que le obligara a que lo llevara de nuevo a su puesto.
Cosa que al escuchar el comentario, decidí hacer yo mismo, porque no tenía
intención de seguir disfrutando de su presencia. Lo cargué en la gorda y casi
lo tiré en la puerta de la casa. Ahora si podía relajarme, habíamos llegado.
Mitad del viaje de ida, al menos.
Como lo dije algunos renglones más arriba, a Gustavo lo
sorprendimos y mucho de que aún bajo la lluvia hubiésemos arribado con tanta
antelación a su casa. Por ende, no solo no nos esperaba, sino que tampoco había
prendido el fuego, ni salado la carne. Así que mientras yo llevaba al Chileno a
su guarida, Roberto y Carlos, solícitos, prácticos y serviciales enseguida se
pusieron manos a la obra y se encargaron ellos mismos del encendido del fuego.
Claro está y vale decirlo, con el apoyo moral e intelectual del bueno de Beto
que estaba atento. Mientras tanto, Gustavo apuraba algo fresco en el comedor,
salaba la carne, limpiaba la ensalada y no sabía cómo pedir disculpas por su
desliz. Cuando llegue de regreso, todo era un torbellino y mis amigos además
habían ya comenzado a bajar sus bolsos, como haciendo lugar para el sueño
reparador que se avecinaba.
Mientras todo discurría en la vorágine de salar, lavar,
encender y tomar algo, el bueno de Gustavo nos mostró las piezas y puso a
disposición el baño. Como no podía ser de otra manera, el “limpio Roberto” fue
el primero en ocuparlo y; como tampoco podía ser de otra manera. Dos minutos
después ya estaba listo. Una virtud jamás igualada por ninguno de nosotros.
Dicho sea de paso, nunca en mi vida encontré a una persona que pueda bañarse,
incluido el lavado de cabeza y todo, con una botella de agua, así que siempre
es un gusto verlo dar curso a la higiene.
Cuando me llegó el turno di cuenta del baño con más ganas que
necesidad. Realmente estaba muy cansado y más que todo agotado por los nervios
que nos provocó recorrer esos últimos kilómetros bajo la lluvia y en constante
acoso de los desaprensivos conductores locales. Pero además, también ya me
estaba pasando la factura mi cadera y espalda. Eran muchas horas de estar
sentado, se utilizar posiciones no muy cómodas para ellas, por lo que; pese a
los calmantes, ya me dolía y mucho. Habiéndome bañado y con el pijama puesto,
no tuve mejor opción que apoltronarme en un cómodo sillón y depositar mis
piernas en lo alto de una banqueta. Que mejor, limpito, descansado y cómodo.
Así que al rato también Beto se acomodó a mi lado y junto al resto disfrutamos
del agradable calor que emanaba de una preciosa estufa Tromen instalada al
costado de nosotros y en medio del comedor. Por su cristal de visión, podíamos
ver jugar las llamas y crepitar las chispas que, en tropel salían de los leños
con que Gustavo la había alimentado desde mucho antes de nuestra llegada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario